El cierre de las tres plantas de Nissan en Barcelona y sus efectos sobre 3.000 empleos directos y 20.000 indirectos ha sido un mazazo, pero se temía desde hace tiempo y los políticos han hecho poco para evitarlo. Crónica de una muerte anunciada ante la que ha habido demasiados ahora sí, ahora no, así como demasiadas palabras y pocos hechos: Pedro Sánchez garantizó el empleo y ahora calla; Ada Colau pide reconsiderar el cierre, mientras su número dos, Janet Sanz, apoyó no reactivar el sector tras el parón del coronavirus.

Se dice que la victoria tiene 1.000 padres, pero la derrota es huérfana, algo que se ve muy bien en la postura del presidente del Gobierno. Hace unos meses, concretamente, el pasado 22 de enero, señalaba a bombo y platillo, que “el mantenimiento del empleo en la planta de Nissan en Barcelona está garantizado, tras su encuentro en el Foro de Davos con la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi. Poco más de cuatro meses después, desde Japón se ha decidido el cierre y Sánchez no ha dicho ni mú ni en la red social ni en ningún sitio: ni está ni se le espera.

Entre las reacciones del Gobierno, la vicepresidenta económica Nadia Calviño y la titular de Industria, Reyes Maroto, aún piensan que se puede negociar, mientras el vicepresidente ‘social’, Pablo Iglesias, sólo se le ha ocurrido la absurda idea de apoyar las nacionalizaciones que sugieren varios desde ERC, Más País y BNG. Y por cierto, esto tan sólo un día después de que la propia Maroto hablará en el Congreso de los Diputados del apoyo a la automoción, especialmente a la plantilla de Nissan. 

Claro que las cosas no son mejores en el Ayuntamiento de Barcelona. La alcaldesa, Ada Colau, no ha dudado en ponerse la mascarilla y acercarse a las instalaciones de Nissan, pidiendo que se reconsidere el cierre: “La posibilidad de revertir la decisión de Nissan tiene que existir” y espera “reconducir las conversaciones”. Debería esperar sentada, y más tras las palabras de su número 2 y concejala de Ecología y Urbanismo, Janet Sanz, hace poco más de un mes, pidiendo evitar que la industria automovilística se reactivara en España cuando termine la crisis del coronavirus.

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Sánchez, Colau y Sanz parecen no querer darse cuenta de que el sector del automóvil aporta el 10% del PIB español, tan sólo tres puntos menos que el turismo, y genera unos dos millones de empleos directos e indirectos (9% de la población activa). Siguen a lo suyo, aunque lo peor es lo del Gobierno, que no acelera el plan de ayudas (algo que han hecho otros países europeos), mientras el sector pide medidas urgentes ya.