Recuerdo cuando la gran subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), en diciembre de 2019. Una medida justa, por cierto, pues la subida, de más del 20% colocaba el SMI en los 950 euros mensuales.

Pues bien, la titular de Hacienda, Marisú Montero, presumía entonces, no de haberle subido el salario al menesteroso, sino de los muchos impuestos, en forma de IRPF y cuotas sociales, que se iba a endosar el Estado, mismamente ella.

Es decir, que los empresarios, por lo general, pequeños empresarios y emprendedores, que contratan trabajadores no cualificados y les pagan el salario mínimo tendrían que pagar (y han pagado) más salario liquido… pero sobre todo más impuestos.

Pablo Casado persiste en el error de la “moderación”. Es justo donde le quiere Iván Redondo, para mantener el actual frentepopulismo que gobierna en España

Naturalmente, son las elevadísimas cuotas sociales que se pagan en España las que propician un 25% de economía sumergida y un fraude permanente… precisamente en las rentas bajas.

Pues bien, Isabel Díaz Ayuso se plantó en los encuentros de ABC y soltó lo siguiente: hay que eliminar el IRPF y las cuotas sociales para los perceptores de salario mínimo. La propuesta -el súmmum de la lógica- nos impacta porque en la insensata España de Pedro Sánchez, la sensatez sorprende tanto como asombra.

En definitiva, la presidenta madrileña marcó de nuevo la pauta política de la dividida derecha española, una derecha que con Pablo Casado ha seguido perdiendo identidad. Ayuso se ha convertido en la líder más respetada del PP mientras su jefe de filas sigue pendiente… ¡no de lo que dice Ayuso sino de lo que murmura Feijóo!, uno de nuestros peores ciudadanos. Ayuso propone un salario mínimo sin cuotas ni IRPF… ¡que es lo que hay que hacer!. Y esto porque las cuotas suponen la principal barrera contra el empleo y porque es de justicia: los salarios son bajos en España, los salarios bajos son especialmente bajos.

La propuesta de la presidenta madrileña nos impacta porque en la insensata España de Pedro Sánchez, la sensatez sorprende y asombra

Pregúntenselo así: ¿es lógico que un señor, por 40 horas de trabajo, que se introduzca en la cartera menos de 900 euros al mes, esté pagando retenciones de IRPF y cuotas sociales (éstas el empresario contratante) por 200 euros? ¿En serio? No sería mejor pagarle a él más y eximirle de IRPF y de cuotas? Pues eso es lo que propone Ayuso.

En el extremo opuesto, el Gobierno quiere aumentar las cotizaciones de los autónomos, el IRPF y asfixiar aún más al contribuyente laborioso y, de paso, perpetuar la España envejecida y macilenta, esa España derrotada ante la vida que trabaja desde los 30 años con la visa puesta en la prejubilación.

¡Ah!, y, además, una España que se niega a tener hijos porque, para criarlos, se necesitan, no ya dos sueldos, sino dos muy buenos sueldos, el de él y el de ella. Porque, dejando a un lado la coña de la conciliación, la marginada en el mercado laboral español no es la mujer, sino la madre. Conclusión muchas parejas optan por no tener hijos y la Seguridad Social está quebrada.

Pues nada, Sánchez va a subir impuestos.

En el entretanto, Casado persiste en el error de la “moderación”. El miércoles, en el Congreso, volvía a desbarrar, confundiendo el espíritu constructivo con hablar en voz baja. Su alejamiento de los principios cristianos, que no ultras, de Vox, le llevaron -desde la tribuna del hemiciclo, el paso miércoles 24- a suplicar a Pedro Sánchez moderación. Lo curioso es que todo el mariachi periodístico -cada día somos más lelos los periodistas- arrullamos sus moderadas palabras con aplausos.

Por contra, el Gobierno quiere aumentar las cotizaciones de los autónomos, el IRPF y asfixiar aún más al contribuyente laborioso y perpetuar la España envejecida

Así, el PP, en plena crisis de la derecha española por falta de identidad (ni cristiana ni liberal), vuelve al redil de la moderación y la democracia y se aleja del ultra Abascal.

¡Pobre Casado! Es justo ahí donde le quiere Iván Redondo para mantener el Frente Popular y el guerravilismo consiguiente. Un Casado acuoso, que confunde moderación con mediocridad. Redondo se regodea ante un Casado impotente, sin alma, que concede marchamo de institucionalidad al espíritu ultramajadero de la ideología de género y del estatismo, que es Pedro Sánchez. No porque Sánchez sea un extremista de la ideas -ojalá-, Sánchez sólo es un ególatra enamorado de su sillón monclovita. No, pero don Pedro ha comprendido, le han hecho comprender,  que con los ultras podemitas y separatas, con el Gobierno Frankenstein, se perpetúa en el poder.  Ante Europa y ante el público español, Sánchez aporta la corbata al mono y la cartuchera de los milicianos de Iglesias.

Así que la propuesta de la presidenta madrileña Díaz Ayuso nos impacta porque en la insensata España de Pedro Sánchez, la sensatez sorprende y asombra.

Y así, la crisis de la derecha española se ha convertido en una separación profunda entre los que creen en algo y los que no creen en nada. Pablo Casado está en este segundo grupo. No es moderación es castración. Y recuerden que los ‘castrati’ nunca fenecen en combate con el adversario. Casi siempre les devoran los suyos.