Resulta muy divertido hablar estos días con católicos progres -una contradicción en sus propios términos, como creo haber dicho antes- tras la exhortación postsinodal del Papa Francisco, es decir, tras las conclusiones del Sínodo de la Amazonia (Amazonía, si lo prefieren).

Francisco no sólo ha cerrado el sacerdocio a casados y mujeres sino, lo que es mucho más importante, ha encarecido el valor de los sacramentos de la Penitencia y al Eucaristía, sobre todo este último, que constituye la pieza clave de la historia actual y su profanación, el principal objetivo del Nuevo Orden Mundial (NOM). No en vano la próxima era de la humanidad, aunque ahora nos resulte inimaginable, será la era que los místicos califican como Reinado Eucarístico.

Lo de algunos prelados alemanes no es más que pura soberbia disfrazada de democracia

Y me reitero: un nuevo concilio, que alumbre -por decir algo- una Iglesia democrática, donde el Espíritu Santo pasará a tener rango consultivo, y un nuevo Papa, naturalmente: éste ya no nos sirve.

En cualquier caso, el Papa ha dicho lo que tenía que decir… y no lo que esperaban que dijera quienes piensan que se trata de una Papa ‘progre’ y manipulable.

Ahora bien, por eso mismo, su misma vida está en peligro. Miles de gargantas progres, ente ellos prelados de primer nivel, han gritado en silencio: “Nos ha engañado, este no es nuestro Papa”.

Sí, porque después de la barbaridad que se pretendía con el Sínodo de la Amazonia, llega el cisma alemán, que no es otra cosa que un estallido de soberbia germana, que pregona un despelote sexual (intelectualmente era mucho más profundo y peligroso lo de los indígenas iberoamericanos).

¿Una cuestión clerical ajena a la política global? ¡No sean ingenuos! El comunismo ha sobrevivido a la caída del Muro gracias la ‘teología de la liberación’ hispanoamericana

El obispo de Colonia se ha rebelado contra la mascarada de orgullo de sus colegas y entonces el jefe de los laicos de la diócesis de Colonia le ha ‘destituido’. Bueno, le ha quitado -motu proprio- la autoridad, dado que no puede quitarle el poder, a su prelado. Algo muy parecido a los del amigo Lutero rebelándose contra el Papa porque, a la postre, se trata de convertir en protestante a la Iglesia católica bajo un manto de democracia: es el pueblo el que decide el credo y la liturgia. 

El problema es que la Iglesia no es ni puede ser una democracia. Es la dictadura de Dios, del Cuerpo Místico de Cristo.

Ahora bien, no conviene llamarse a engaño. Con la exhortación sinodal de Francisco tan sólo ha comenzado el proceso. El cisma alemán exigirá ahora, antes que ceder a la obediencia debida a Roma, un nuevo concilio y un nuevo Papa. Ese es su objetivo real. El orgullo teutón no se conforma con menos. No en vano fue en Alemania donde surgió Lutero un prodigio de soberbia, y de Alemania surgió el nazismo, que no es otra cosa que racismo supremacista y, por supuesto, con trasfondo pagano y ateo.

La Iglesia no es una democracia humana sino una dictadura divina

¿Y todo esto es una cuestión clerical ajena a la política global? ¡No sean ingenuos! El comunismo ha sobrevivido, en todo el mundo, a la caída del Muro gracias la ‘teología de la liberación’ hispanoamericana. Lo que ocurre en la Iglesia no sólo es que repercuta en el mundo, es que es lo que mueve el mundo, para bien o para mal. Además, las batallas reales no son las políticas, sino las religiosas, especialmente las que se cruzan dentro de la Iglesia que encarna la única religión verdadera: el cristianismo. En el caso alemán, más que de herejía debemos hablar de cisma: menos profundo pero que puede resultar igualmente dañino. Por de pronto, se inaugura en la Iglesia y en el mundo, una era de confusión máxima, muy superior a la confusión actual, que ya lo es, ente los fieles: eso no es bueno para nadie.

Y sí: la vida de Francisco estará en peligro. Mejor dicho: ya lo está. Recuerden que el Enemigo se siente engañado por el presunto Papa progre que ahora resulta que no lo es. Como muchos católicos -por ejemplo, el arriba firmante- al ser elegido Bergoglio pensaron que este Papa era de los suyos. No comprendíamos que el argentino sólo pretende salvar lo salvable en lo que, sin duda, constituye la mayor crisis de la historia de la Iglesia… y del mundo.