Casi todos los telediarios del lunes negro, 8 de octubre, abrieron con un informe de –cómo no– Naciones Unidas donde nos emplazaban para la próxima e inevitable aniquilación de la raza humana. Por mor del calentamiento global del cual el culpable, no sé si lo hemos dicho, la propia especie ‘sapiens’, especialmente su segmento masculino. Incluso reapareció la imagen del oso polar que huye del deshielo, tan querida por el bueno de Al Gore. Se trata una animalito–peluche para el cambio climático, su mascota predilecta.

En realidad, el osito polar es uno de los bichos más crueles y sanguinarios del planeta. Y no sufran: nuestro oso blanco no está amenazado sino por su hambre insaciable. Es más es un depredador que otra cosa. El deshielo le afecta tirando a poco. O al menos, le afecta como al hombre: en unas cosas para bien, en las otras para mal. Y, en cualquier caso, el deshielo es otra de la imágenes exageradas por los apóstoles del calentamiento global: en el polo norte, mínimo, avanza; en el polo sur –máximo– aumenta.

En cualquier caso, los informes, científicos, por supuesto, sobre el calentamiento global constituyen una estafa en toda regla. Se nos presenta como científico. Por tanto, todo el mundo a callar, pero lo cierto es que nadie puede predecir las consecuencias del cambio climático porque las variables son demasiadas, demasiado telúricas… y a menudo, contradictorias entre sí.

Con la excusa del calentamiento global se fastidia a toda la humanidad, de forma preventiva, con todo tipo de prohibiciones

Pero lo que sí se puede es fastidiar a toda la humanidad de forma preventiva. A diario, con todas las prohibiciones posibles, para fastidiarle la vida, como en un buen régimen dictatorial (esta vez sí, régimen global) que no se aceptarían ni en la más dura de las tiranías, que afectan a la vida diaria de millones personas que, en circunstancias normales no se tragarían las falsedades del poder.

Por ejemplo, no se tragarían que las energías renovables sean baratas o no se tragarían que el diésel es el enemigo de la humanidad cuando contamina menos que la gasolina. O no aceptarían las locuras de restricciones al tráfico de la alcaldesa de Madrid, doña Manuela Carmena.

El calentamiento global se ha convertido en una religión que exige sacrificios humanos. Es un nuevo darwinismo, para que el que no existen mas que evolucionistas o creacionistas. En este caso, solo existen ‘negacionistas’ insensatos y agobiados por el próximo e inevitable  cataclismo (si es inevitable, ¿por qué agobiarse?). Estos son los que se  flagelan para evitar la catástrofe cotidiana. Más que un calentamiento global estamos ante un calentamiento mental.  

Y todo ello presentado en forma de credo religioso, con unos herejes, los negacionistas, naturalmente seres peligrosos y anticientíficos, que deben ser marginados del debate público. Y con un feminismo radical que ha decretado –no es coña– que la masculinidad, es decir, la parte engendradora del humanidad, perjudica al planeta: no es broma y en Hispanidad hemos dado cuenta de ello.

Al final, ¿qué esconde toda la matraca contra un calentamiento global que desertificará el planeta y que nos hará pasar hambre y penurias? Pues muchos intereses económicos, por ejemplo, los de las llamadas energías renovables, al tiempo que, atención, un ataque directo a la raza humana. Porque la única solución que nos ofrecen los paradigmas de Naciones Unidas y los profetas del apocalipsis calentorro es la de disminuir el número de habitantes del planeta. Somos una humanidad estafada en un sola dirección: no engendrar hijos, porque, no sé si lo han cogido, el depredador de la naturaleza es el hombre.

Para más información sobre la gran estafa: vean el telediario. Más que ante un calentamiento global, nos enfrentamos a un calentamiento mental. Extraordinariamente peligroso.