• La especulación está en las bolsas de criptomonedas, a las que el personal acude también para guardarlas.
  • Mantener en casa la moneda de marras no es problema, no así en una casa de cambio, que puede ser hackeada.
  • Mientras, los reguladores de medio han dado el grito de alerta ante un riesgo incontrolado.
  • Normal: se puede perder todo sin derecho a reclamar nada porque nadie respalda el activo.
  • El problema está en las transferencias, que cuestan una media de 10 euros, al margen del volumen.
Raro es el día que no aparece un escándalo relacionado con las criptomonedas, al que se suman daños y perjuicios, multas por falta de control y, por supuesto, el aviso de los reguladores, que dan en el clavo al decir que se trata de un bien estrictamente especulativo con el que se puede perder todo lo invertido sin derecho a reclamar nada. Es la teoría que no aplaca una realidad: que ese mercado existe, aunque se trata de una moneda virtual que nació "con ambiciones elevadas de proporcionar un medio a los ciudadanos un medio de pago", como recordaba recientemente el Banco de España, pero que puede convertirse en moneda de uso para la financiación de actividades ilícitas y/o blanqueo de capitales, sobre la base de un anarcocapitalismo sin regulación. Tener bitcoins, o cualquier criptomoneda, no es un peligro en sí. Uno la guarda en casa, como un cenicero o una antigüedad, y el problema (nadie sabe lo que vale o valdrá) no va a más. ¿Qué sucede? El personal tiende a guardar esas monedas en casas de cambio -por ejemplo, por temor a perder las claves de acceso- y eso sí es un problema muy arriesgado, porque puede ser hackeadas. Este jueves, sin ir más lejos, en Japón, la Agencia de Servicios Financieros ha dado un toque a las plataformas de criptomonedas BitStation y FSHO. O sea, las ha cerrado por un tiempo y le ha multado, como a otras cinco (Tech Bureau, GMO Coin, Mister Exchange, Bike Limited y Coincheck), por igual motivo: falta de controles internos y por no informar como es debido al regulador, que pretende proteger al cliente y evitar actividades ilícitas. Hablamos de un mercado, en fin, en el que no se mueve poco dinero, entorno a los 450.000 millones de dólares y que fluctúa (arriba o abajo) a la velocidad de vértigo. Por ejemplo, tras la actuación en Japón, cae. El bitcoin, en concreto, llega a 16 millones de dólares, cuando el tope estará, cuando llegue, en 21 millones. El problema, decía, es el hackeo. Si eso sucede, la pérdida es total. Y ojo, porque ha sucedido este mismo jueves también con una de esas criptobolsas importantes por el volumen que mueves, Binance. Las pérdidas, entonces, son brutales. Y hasta totales, probablemente. Y a eso se añade otro problema, no menor: el coste de las trasferencias en criptomenedas como el bitcoin está en una media de 10 euros por operación, al margen del volumen. ¡Como para servir como medio de pago! A partir  de ahí se entiende mejor el grito de alarma de los reguladores, que empezó con el banco central de Singapur y Dinamarca (es lo parecido a la "burbuja de los tulipanes en la Holanda en el siglo XVII", dijo) y ha seguido en las autoridades monetarias nacionales, la Reserva Federal, el BCE y un largo etcétera. Todos ellos coinciden al dibujar el problema: ningún gobierno emite ni respalda esas criptomonedas, lo que hace obligado avisar a los inversores. No obstante, sorprendentemente, sigue el fenómeno, mientras que hay empresas que siguen jugando con la monedita. Un consejo: no sea el último. Rafael Esparza