Las elecciones presidenciales norteamericanas no han terminado, aunque así lo pretenda el Partido Demócrata, la progresía internacional del Nuevo Orden Mundial porque sencillamente no se ha acabado ni de contar los votos ni de hacer preguntas.

Que los sufragios vuelvan a recontarse en Georgia -noticia de la tarde del miércoles 11- no es sino una demostración de que lo de Donald Trump es mucho más que una papeleta o de la encuesta que recuerda que el 90% de los votantes republicanos, más allá de la amargura de la derrota, que no suele durar ni 48 horas, están convencidos de que se ha dado un fraude del que se ha beneficiado Biden.

En España, Pablo Casado sufre el mismo dilema, cunado contempla cómo la gente le para por la calle para reprocharle su ‘traición’ a Abascal

Y las preguntas clave tampoco tienen respuesta: ¿por qué todos los estados clave, tardan tanto en contar los votos y en algunos de ellos, durante la noche electoral, Donald Trump iba por delante?

En cualquier caso, y aunque el NOM logré imponer a Joe Biden y Kamala Harris en la Casa Blanca, dada la impunidad que caracteriza a la progresía, lo cierto es que en el duelo Trump-Biden lo que está en juego es algo mucho más relevante. El duelo Biden-Trump es la nueva frontera que divide al mundo: progres frente a cristianos. Ya no hay izquierdas ni derechas: sólo progres -de izquierdas y de derechas- frente a cristianos coherentes: Biden frente a Trump.

El progre del Siglo XXI sólo cree en el odio al no-progre, al cristiano, al que cree en algo…  mientras penaliza el muy ‘objetivo’ delito de odio: claro que sí, porque la hipocresía del ser humano es eterna.

En Moncloa, Iván Redondo analiza la encuesta del CIS… pero seguirá adelante: su elección es que Sánchez no elija entre Bildu y Ciudadanos. O sea, ha elegido la incoherencia

Y lo mismo que ocurre en Estados Unidos ocurre en España. Tenemos en el Congreso muchos partidos progres, que presuntamente no creen en nada y se burlan de las creencias, progres de derechas -PP y Ciudadanos- y de izquierda –todos los demás-, frente a un partido no progre, llamado Vox.

En España, es el mismo dilema, no entre izquierda y derecha, sino entre progresista y cristianos, lo está viviendo hoy Pablo Casado en su propias carnes, cuando contempla cómo la gente le para por la calle para reprocharle su ‘traición’ a Abascal, en el famoso discurso de la moción de censura.

Pero los líderes políticos sólo conversan con el pueblo, en el mejor de los casos algunos segundos, mientras a su alrededor pululan barones como Núñez Feijóo o Juanma Moreno, que le instan a alejarse de la ultraderecha camino del centro, del centro de la nada.

Y esto, en todo: por ejemplo, en economía: con ligeros marices, ¿sabría usted distinguir si el programa económico del PP es más o menos socialdemócrata que el programa económico del PSOE? ¿De verdad?

La división del mundo es exactamente la misma que sacude a la Iglesia del siglo XXI. En este caso, la división entre los curas que aman a Cristo y los que le aborrecen

En Moncloa, Iván Redondo -el único cerebro de la Moncloa- analiza la encuesta del CIS de la que dábamos cuenta ayer en Hispanidad. Realmente le preocupa, y no poco, que los españoles empiecen a darse cuenta del desastre de gestión de Pedro Sánchez frente a la pandemia. Pero Redondo seguirá adelante con el frentepopulismo y con la incoherencia ideológica: su elección es que Sánchez no elija entre Bildu y Ciudadanos. O sea, ha elegido la incoherencia. Quiere los votos de ambos y si Arrimadas se da cuenta de que no le puede dar a elegir a Sánchez entre Cs y Podemos-Bildu, porque elegirá a Bildu… pues Ciudadanos continuará languideciendo.

Por cierto, la división del mundo -progres frente a cristianos- es la misma que sacude a la Iglesia. En este caso amenaza con ser la división entre los curas que aman a Cristo y los que le odian. Porque claro, para un cura, o laico formado, como para ningún otro ser racional, la indefinición relativista, eso de nada es verdad ni nada es mentira todo depende del color del cristal con que se mira, resulta intelectualmente adolecente, vacua. Por eso, el muy demócrata relativismo, o sea, la ideología progre, siempre acaba tomando partido, sólo que no por la izquierda o por la derecha, ni tan siquiera por la creencia o la increencia: acaba por tomar partido por Cristo o contra Cristo, que todos debemos elegir entre la luz y la oscuridad. El progre ha escogido el reverso tenebroso.