José Manuel González-Páramo llegó al BBVA en mayo de 2013, en un momento en el que las relaciones de Francisco González (FG) con el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, eran como las fincas de Extremadura: manifiestamente mejorables. El recién nombrado consejero-ejecutivo del BBVA, además, tuvo algún que otro encontronazo con Guindos durante su etapa como miembro del Consejo de Dirección del BCE.

Precisamente, su fichaje fue muy comentado, en primer lugar, porque no había pasado ni un año desde su salida del BCE, donde desempeñó cargos de responsabilidad desde 2004. El supervisor fichado por el supervisado… en cuestión de meses. Además, muchos vieron a González-Páramo como el sucesor de FG, que entonces cumpliría 69 años. Él mismo lo vio así hasta que FG fichó a Jaime Caruana en febrero de 2018. El que fuera gobernador del Banco de España entre 2000 y 2006, y que zanjó el asalto de Sacyr al BBVA, pasó a ser el preferido en las apuestas para suceder a FG.

El caso es que González-Páramo finaliza mandato en 2020 y su continuidad está ahora en manos de Carlos Torres

El caso es que González-Páramo finaliza mandato en 2020 y su continuidad está ahora en manos de Carlos Torres. El presidente del BBVA atraviesa un momento muy complicado en vísperas de la declaración del banco como persona jurídica implicada en el caso Villarejo-BBVA-FG. Torres ha conseguido, además, cabrear al juez Manuel García Castellón enviándole toneladas de información… bastante inútil.

¿Renovar a González-Páramo? Debe hacerlo si quiere contentar al BCE, con quien sigue negociando su continuidad al frente del banco. Porque, si él cae, los candidatos para sucederle son Caruana y González-Páramo que, además de consejero, es ejecutivo, lo que añade una razón más para su continuidad. Uno afín a la derecha (Caruana) y otro más de izquierdas (Páramo). Da lo mismo porque, como señalan en el BCE, los dos “son de los nuestros”.