Quién esté ya de vacaciones o los que estén a punto de disfrutarlas, se encuentran con un cambio de vida parecido a la metamorfosis del gusano a mariposa. De una vida constreñida por la rutina, los horarios férreos, las obligaciones, las tensiones laborales... y además todo esto deprisa, deprisa. Frente a una vida volátil, con horas y horas vacías de contenido, donde se pulula ingrávido de la arena al chiringuito y del día a la noche. Visto lo visto, ¡algo habrá que hacer para volver al trabajo con cierta salud integral, digo yo!

¡Algo habrá que hacer para volver al trabajo con cierta salud integral, digo yo!

Para empezar, hay un error generalizado con el concepto de las vacaciones: que las obligaciones desaparecen y por lo tanto surge el derecho a no hacer nada. En esto no hay segmentos sociales. Todos, con familia o sin ella, lo consideran así. Pero es una falsa ilusión, porque de alguna manera seguimos vinculados a la vida y la vida, muchas veces madrastra, exige que se le haga caso. Los que están en familia, con la propia familia, y los que van en solitario, consigo mismo y los demás. No voy a repetirme sobre la necesidad de aprovechar el tiempo libre solo con para la lectura, porque el año pasado realicé una selección dedicada a los más jóvenes y en el siguiente post me referí a los mayores sobre las bondades que la lectura fomenta en uno mismo y en la relación familiar. Además, es una forma de mantener al intelecto al ralentí para cuando haya que volver al duro combate del día a día y que no nos devoren las depresiones postvacionales.

El peligro de asumir subconscientemente que tienes derecho a descansar, nos lleva a rechazar las obligaciones que no tienen vacaciones, si acaso se enfocan de otra manera, pero estar, están ahí. Suele ser una manera facilona de enfadarse y discutir en familia, porque enseguida que nos piden un par de cosas nos sentimos explotados: el padre, porque durante todo el año ha trabajado duro para que ahora descansen todos y entonces todos le deben a él esa suerte; la madre porque lleva el año entero haciendo y atendiendo a todos y ahora toca que le presten a ella un poquito de atención; y los hijos porque son jóvenes, tienen que disfrutar, conocer gente nueva o reencontrarse con la de años pasados. Eso en el caso de la familia donde los progenitores son los clásicos "padre trabaja fuera" y "madre ama de casa". En el caso en que ambos trabajen fuera, la cosa se complica porque no hay diferencias complementarias. Las vacaciones son para disfrutar unos con otros -no, unos de otros-, propugnar la vida en familia y arrancar las capas de individualismo que se nos han ido pegando durante el resto del año.

Las vacaciones son para disfrutar unos con otros -no, unos de otros-, propugnar la vida en familia y arrancar las capas de individualismo que se nos han ido pegando durante el resto del año

Cuando hablo de obligaciones, incluyo también las del espíritu, porque Dios sigue en activo, y el Diablo también, de forma que ninguno se toma vacaciones. Por lo que nuestra situación requiere más que nunca no perder las formas ni el fondo en este aspecto, especialmente los adolescentes que descubrirán un mundo diferente a su alrededor. Sensaciones, experiencias, ambientes sociales... Necesitan más cuidado y ayuda para su vida, tanto por dentro como por fuera. Para eso es importante elegir el ambiente en el que las familias van a descansar. Hay playas de ambiente homosexual, para homosexualistas; playas nudistas para los que desean vivir desnudos; pero ojo, porque no hay playas familiares donde se respete el ambiente adecuado para familias. No seamos ingenuos, porque ni cuando son muy pequeños "porque no se enteran todavía", ni cuando somos ya más adultos como padres y madres creamos que no pasa nada, porque estaremos equivocados y quien diga que no le afecta, le recomiendo que vaya al médico urgentemente, ¡algo no va bien!... Además de que puede alterar en la persona lo que vemos, ya sea para deleite o por todo lo contrario, que sepa que también puede hacer daño al matrimonio, porque bajarán las exigencias en términos de calidad moral y el "no es para tanto", es una frase maldita que justifica la falta de tal empeño.

Si durante el invierno, o el curso, para entendernos, hay adquirida una costumbre de rezar a diario, y desde luego ir a misa el domingo, no solo no hay razón para dejar de hacerlo en verano, sino que hay más motivo por el exceso de tiempo para seguir con esa buena costumbre. Incluso, en función de la edad de los hijos, habrá que ayudarles o recomendarles que lo hagan también. Ahora, más que nunca, hay que insistir en no olvidarse de bendecir la mesa antes en las comidas, ayudar a los más pequeños y recordar a los mayores rezar antes de dormir. También es muy recomendable dar paseos con los hijos, "perder" el tiempo con ellos, ponerse a tiro para que te cuenten, pregunten... Todo en un saludable ambiente en el que posiblemente irá mejor si es el padre o la madre quien empieza a contar algo de su vida. Si son adolescentes, es una buena ocasión para contarles cómo fue el noviazgo, algunas aventuras, alabar al padre como hombre y a la madre como mujer, porque el referente de los hijos en esas edades son los propios padres, aunque también sean edades donde en la convivencia salten chispas con cierta facilidad. No debemos dejarnos llevar por las modas o el excesivo calor del verano en la forma de vestir y cuidar esto especialmente cuando se va a misa.

Ahora, más que nunca, hay que insistir en no olvidarse de bendecir la mesa antes en las comidas, ayudar a los más pequeños y recordar a los mayores rezar antes de dormir

En todo caso, ya sea playa o montaña, vayas a donde vayas, el ambiente en familia es el ambiente que quieras dar tú como padre o madre. Si somos familias cristianas coherentes, chocaremos con el ambiente que insulta o ataca a nuestras costumbres religiosas o morales. Precisamente por esto, no caigamos en la inocentada de las "playas muy familiares" que te recomienda un amigo, vecino, compañero o familiar sin criterio moral y cristiano. Investiga por tu cuenta, pregunta... Hoy con Internet no hay excusas, ni hay secretos. Si llegas y te encuentras con que pegado a tu toalla llega una señora que toma el sol desnuda o una pareja de novios a los que no les falta de nada excepto bajarse la cama a la arena, es tu culpa por ir a ciegas, no de ellos. 

Después de lo dicho, ahora para evitar demasiadas horas ociosas, donde los buenos pensamientos se evaporan y dan paso a la imaginación fácil y cómoda, os paso algunas recomendaciones que merece la pena leer durante estos días.

La mujer de blanco (Homo Legens) Wilkie Collins. Un thriller de exquisito gusto y delicadeza que no deja a nadie frío. La aparición de una mujer vestida de blanco que al protagonista de la historia le lleva a querer saber más de ella, y eso será su perdición... Una novela larga que se te hará corta.

Cautivado por la alegría (Encuentro) C. S. Lewis. Lo delicioso de este autor es que su escritura es amable y directa. Busca historias ricas en las relaciones humanas que son al fin y al cabo las que nos enseñan a vivir de otra forma. En este caso, esta historia es muy personal, porque realmente es la vida del autor contada de forma que no le da importancia y, sin embargo, es de un tremendo calado. Los lectores habituales de Lewis, saben que cuesta trabajo interrumpir su lectura. Sentirse atrapado en este libro, será posiblemente uno de los placeres, junto a los mojitos que tomes con tu cónyuge, que recuerdes al final de verano.

El invitado del Papa (Ciudadela Libros) Vladimir Volkoff. Para hacer un thriller sobre la Iglesia católica no hace falta inventarse mentiras que hagan daño a la propia Iglesia creando un velo de duda sobre la institución y la trascendencia histórica que es y ha sido para la sociedad desde hace veinte siglos. En este caso todo se desarrolla en torno al Vaticano y con Juan Pablo I como el eje donde todo gira junto a una trama con el KGB, de mafiosos y en plena descomposición de la Unión Soviética como paisaje de fondo.