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Batallamos en el sistema y no hay batalla sin adeptos y detractores. En efecto, esta guerra cultural parece que la ganan los prosistema, aquellos que se pliegan al globalismo de manera acrítica, asumiendo los principios del progresismo que desde el Nuevo Orden Mundial (NOM) quieren imponer el proyecto neoliberal más ambicioso que jamás conoció la humanidad. Presidentes títeres a la cabeza de los países que convierten en ley todo aquello que atenta contra la libertad personal. Leyes con duras penas para que sepamos a qué atenernos… ¿Quieres ser disidente…? ¡Bien, asume los riesgos!
Sí, he dicho presidentes títeres, de grandes magnates que dominan la economía mundial como Bill Gates, George Soros, la familia Rockefeller, y algunos más, que dicen qué hacer a hombrecillos como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España, Obama y los Clinton en Estados Unidos, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina… que son ejemplos bien conocidos de personas que se conforman con algunas migajas económicas y la apariencia de poder a cambio de ser un lacayo con menos autonomía que el perro de un ciego.
Me considero antisistema, porque pongo en duda todas las tesis que circulan por los medios de comunicación con la que pretenden reducirnos a meros seres que contemplan la vida mientras el miedo y los complejos inoculados en la sociedad nos convierten en seres pequeñitos e indefensos, solo protegidos por el Estado. Seres humanos cada vez más dependientes de un oligarcoestado que nos dice qué decir y cuándo, cuyo confinamiento está más en las ideas que en las personas. Una dictadura del pensamiento sometido a un ministerio de la verdad que son los medios de comunicación. Una sociedad cada día más distópica, que censura, que vigila, que controla quién vive y quién muere. Una sociedad sometida durante décadas a una transformación que anula la razón haciéndola entrar por el aro del sentimentalismo, que el informe Petras de 1996 declaraba en esta sintética frase: “Es la primera generación de españoles que vivirá peor que sus padres, criada entre algodones, incapaces de luchar por sí mismos para mejorar”.
Las principales bazas con las que el globalismo sistémico pretende hacernos agachar la cabeza son el ecologismo, la vida del ser humano y las sociedades maniqueas.
Somos, a través de las políticas verdes, esclavos de la naturaleza
El ecologismo nos quiere miedosos ante una fuerza mayor que jamás podremos controlar. Es como un dios precristiano, que juzga con dureza y castiga sin piedad si no obedecemos sus leyes. Amenaza de forma constante y nos hace responsables directos de lo que sucede en el agua, en el hielo, en la tierra, en los pájaros, en la extinción de las especies. Somos, a través de las políticas verdes esclavos de la naturaleza, administrados por ella, justo todo lo contrario a lo que dice la Biblia en el Génesis, capítulo 1: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra”.
La vida del ser humano que no son otras que la ideología de género, que es como decir ideologías contra la vida. La vida que ha de venir, con el aborto; la vida que vivimos, con el homosexualismo, irrumpiendo en la identidad del ser humano y procurando una cambio antropológico del conocimiento de sí mismo y los demás; y el final de la vida, con políticas igual de putrefactas que las anteriores, como la eutanasia. Todo son pretendidos derechos humanos avalados por la ONU y sus filiales de ámbito universal, chantajeando las necesidades de un país para someter a sus ciudadanos. Son leyes maltusianas, tan trasnochadas que no se sostienen de pie, pero al pueblo no se llega con razones, se le gana desde los sentimientos.
Las sociedades maniqueas son la herramienta perfecta para dominar sobre todo en las grandes ciudades: dividirla en dos desde hechos irrenunciables, que aseguran el debate y la crispación. El feminismo de tercera generación cuyo objetivo es la ruptura de la complementariedad del varón y la mujer. No importa si es justo o no, importa el objetivo último que es romper la familia tal y como la conocemos. La religión, el opio del pueblo, se convierte en algo contra lo que hay que luchar, especialmente la cristiana y en concreto la católica. Por ejemplo, en 2019, el 80% de los ataques contra la libertad religiosa en España fueron contra los cristianos: Podemos, PSOE e IU, los partidos más beligerantes, lo que parte a la sociedad entre creyentes y no creyentes, la izquierda y la derecha. Así, la propia democracia es maniquea porque la idea es que unos mandan sobre otros, los que ganan contra los que pierden, cuando debería ser un punto de unión, pero no con estos gobernantes revanchistas e intelectualmente a la altura de los billares de mi barrio.
Los globalistas del NOM saben y tienen la capacidad de hacer más ruido, pero les han salido algunos tiros por la culata, quizá porque se han pasado en su dictadura neoliberal y el pueblo llano, sin entender mucho, nota que una mano fría se le está metiendo en la cama a mitad de la noche
Dije al principio que la batalla cultural la ganan los partidarios… ¡aparentemente! Los globalistas del NOM saben y tienen la capacidad de hacer más ruido, pero les han salido algunos tiros por la culata, quizá porque se han pasado en su dictadura neoliberal y el pueblo llano, sin entender mucho, nota que una mano fría se le está metiendo en la cama a mitad de la noche. Hay por ahí un tal Donald Trump que les ha plantado cara y de momento está reconstruyendo lo que habían deconstruido, especialmente con la jartá de millones de dólares que daban para apoyar el aborto, el orgullo gay y el anticristianismo imperialista. Pero ese gran estadista que se llama Zapatero, viene a decirnos cómo deben ser las cosas: pongan a Estados Unidos en una situación imposible”, pero para su pena y la de muchos, Trump no ha tenido nunca más apoyo que en estos momentos, porque la lucha del actual presidente de Estados Unidos no está en el racismo, ni en los mexicanos, ni nada de eso... Su lucha es antisistema, antiglobalista, anti Nuevo Orden Mundial, y eso lo notamos muchos y lo agradecemos.
Junto a Trump hay otros presidentes díscolos en Europa -el mayor invento globalista del siglo XX-, como: Viktor Orbán, presidente de Hungría, que se ha rebelado contra las imposiciones inmigracionitas de Angela Merkel; a qué no saben quiénes son sus críticos más mordaces… Justo: la propia Angela Merkel, Hillary Clinton, Jean-Claude Juncker… entre otros globalistas, claro; y Andrzej Duda, presidente de Polonia, que se opone a las leyes antivida de la Unión y que propone una vía dialogante y moderada con Rusia, presidida por Vladimir Putin, otro antiglobalista que juega en su propia liga.
La Revolución Sexual Global (Didaskalos) de Gabrielle Kuby. Describe la realidad actual de nuestra sociedad en el mundo, vista por los diferentes colectivos y organismos internacionales en materia de sexualidad y demuestra cómo está afectando al hombre en la búsqueda de su felicidad. Muestra con crudeza y objetivismo las opiniones de agrupaciones, religiones, organismos mundiales y gobiernos cuyas leyes y opiniones en materia de educación y sexualidad están influyendo de forma negativa en “La destrucción de la libertad en nombre de la libertad”.
Señor del mundo (Ediciones Cristiandad) de Robert Hugh Benson. Después de este artículo, no podemos dejar de obviar la sacro novela distópica por excelencia que trata de todo lo hablado, del poder mundial en unos pocos sobre la masa de una sociedad perdida y descreída. Lo que sorprende del libro no es la capacidad de imaginación y de proyección de adelantos científicos escrita hace más de cien años, lo increíble es su compresión, ya entonces, de a dónde podía llegar la degeneración del hombre vestida de humanismo moderno; y cuál podía ser la figura de un Anticristo verdaderamente seductor para un hombre del siglo XX.
Libertad religiosa (Rialp) de Timothi Shah. La exposición de este breve ensayo, es de una claridad sorprendente, al mostrar que el ataque se lleva a cabo no solo en la persecución abierta y con frecuencia sangrienta, sino en los textos académicos y legislativos.Varios confesos de diferentes reiligiones se unen para estudiar el porqué de esta persecución en contra de la libertad del credo religioso.