La Fiesta del Cordero, como el pañuelo árabe, es una fiesta religiosa islámica y como toda fiesta religiosa islámica tiene un contenido religioso, pero también social, civil y político. Esto es, obliga a quien no la cumple o al menos le condiciona, sea musulmán o infiel.

Por eso, la respuesta pastueña de los obispos españoles tiene mucho que ver con sus complejos, pero también con la equiparación de todos los credos bajo la denominación de libertad religiosa.

Ejemplo: si, en nombre de la libertad religiosa, a los musulmanes se les permite hacer todo lo que quieran en Jumilla, y mejor no hablar de las subvenciones públicas, en breve los musulmanes de Jumilla pedirán que no se haga vino en Jumilla, capital vinícola, porque el islam prohíbe el alcohol y la presencia de un cristiano bebiendo un vaso de vino o comiendo chuletas de cerdo, será interpretada como un insulto inaceptable para el islam... en pro de la libertad religiosa.

Sin embargo, el cristiano no persigue a nadie por no ir a misa en día de precepto. 

En cualquier caso, si la Conferencia Episcopal quiere asegurar la libertad religiosa en Jumilla que exija reciprocidad a los musulmanes. Porque en Arabia te torturan, encarcelan, y posiblemente mueras en prisión, por el simple hecho de tener un evangelio. Y en otros países islámicos... también. 

No, no se puede igualar, bajo el concepto de libertad religiosa, a todos los credos porque la igualdad de lo desigual es otra desigualdad: el islam es una caricatura de Cristo y el cristianismo no mezcla religión con política. 

Insisto: el islam es una caricatura de Cristo y el cristianismo no mezcla religión con política. Sin entrar en teologías entre lo que es una religión de fe ciega que se impone por la fuerza, y lo que es una religión de amor, bastará con recordar que para un mahometano llamar padre a Dios es una blasfemia. Para el cristiano, por contra, la oración por antonomasia empieza recitando: Padre Nuestro que estás en el Cielo.