
El Partido Popular y Vox han acordado acabar con las celebraciones musulmanas de manera pública en la localidad murciana de Jumilla.
Jumilla se convierte así en la primera localidad en la que no se pueden celebrar de manera pública fiestas ajenas a los eventos tradicionales de la cultura española.
¡España es y será siempre tierra de raíces cristianas! https://t.co/X0vZg5Tamf
— VoxJumilla (@JumillaVox) August 6, 2025
Fuera del final de las fiestas musulmanas, señala La Razón, el documento recoge la necesidad de la reinserción de las celebraciones tradicionales en España en todo el territorio nacional. Santiago Apóstol, San José, el Corpus, la Ascensión o los Santos Apóstoles Pedro y Pablo se encuentran entre las reclamas.
Raudo y veloz, El País ha publicado un editorial rasgándose las vestiduras ante una "muestra de la peor xenofobia ultra, el PP da luz verde al objetivo final: impedir que los musulmanes allí residentes -estimados en unos 1.500 vecinos-puedan seguir utilizando las instalaciones deportivas municipales como en años anteriores para el tradicional rezo multitudinario de ambas fiestas (la del cordero y la del fin del Ramadán)"
Asimismo, las autoridades competentes comenzarán los trámites pertinentes para promover las carnes tradicionales que han sido "sustituidas por los sellos extranjeros como el 'halal' y de esta manera ayudar a los negocios locales.
Raudo y veloz, El País ha publicado un editorial rasgándose las vestiduras ante una "muestra de la peor xenofobia ultra, el PP da luz verde al objetivo final: impedir que los musulmanes allí residentes -estimados en unos 1.500 vecinos-puedan seguir utilizando las instalaciones deportivas municipales como en años anteriores para el tradicional rezo multitudinario de ambas fiestas (la del cordero y la del fin del Ramadán)".
Se traslada así a las instituciones, según el diario progre, el discurso antiinmigrantes cada vez más radical de Vox. "La iniciativa de Jumilla ataca como si fuera una anomalía una religión que profesan 2,5 millones de ciudadanos en España, de ellos algo más de un millón con nacionalidad española, según un estudio del Observatorio Andalusí, dependiente de la Unión de Comunidades Islámicas de España".
Añade El País: "Los sucesos de la localidad murciana de Torre-Pacheco han sido un doloroso recordatorio de cómo el discurso xenófobo puede infectar la realidad y desembocar en violencia". Ante tal afirmación, recordamos el artículo que publicamos al respecto, en Hispanidad.
Señores de El País, les recordamos lo que publicábamos en su día en Hispanidad, acerca del islam.
Aunque no hemos logrado conocer la autoría de estas aclaraciones sobre inmigración, sacadas del chat de Santo Tomás Moro, su lectura es aconsejable.
Destacar dos ideas que el Gobierno y demás partidarios de la multiculturalidad, por cierto, la mayoría de ellas feministas, ocultan. La primera es que tras la entrada masiva de musulmanes en España se ha disparado el número de agresiones sexuales a españolas. Lógico, el islam no respeta la mujer... pero las feministas españolas callan: sólo les interesa una violación si el violador es español.
Dos: la Iglesia exige recibir a todos, como hijos de Dios, con las manos abiertas. Lo que no exige es la rendición cultural frente a la evangelización. El lema cristiano es de San Agustín: odiar el pecado y amar al pecador.Tolerar no es aceptar las barbaridades que puede decir otro credo u otra ideología.
Insistimos, pasen y lean, merece la pena:
Inmigración masiva, desarraigo y caridad ordenada: una visión católica
La Iglesia enseña que todo ser humano merece respeto y dignidad. Pero también enseña que la caridad sin orden, sin justicia y sin verdad, no es verdadera caridad. Desde una perspectiva católica, la inmigración masiva procedente de culturas profundamente ajenas -y en muchos casos hostiles- al cristianismo, como ocurre con buena parte del mundo islámico, conduce al desarraigo, la desestructuración social y la erosión de la identidad cristiana de las naciones.
1. La inmigración masiva islámica rompe la cohesión de las comunidades
La doctrina social de la Iglesia reconoce que las naciones son comunidades con identidad, cultura, lengua, religión y valores propios. Cuando se permite la entrada masiva de personas que no comparten -ni desean compartir- estos valores, se siembra el germen de la fragmentación y el enfrentamiento.
En muchas ciudades de Europa, la inmigración islámica ha dado lugar a guetos, zonas sin ley, aumento de la delincuencia, imposición de la sharía en barrios enteros y ataques a símbolos cristianos. Esta realidad es el fruto de una política migratoria irresponsable y contraria al bien común.
San Juan Pablo II advirtió del “riesgo de perder el alma de Europa”. Hoy ese riesgo es una evidencia, y nace en gran medida de una inmigración masiva y sin integración real.
2. La falsa caridad destruye a los pueblos
“La caridad bien entendida empieza por uno mismo”.
Este principio, que refleja también la enseñanza del Evangelio (“Ama a tu prójimo como a ti mismo”), significa que quien no ama y defiende a su propio pueblo, difícilmente puede cumplir la voluntad de Dios.
Quien desprecia su patria, su cultura, sus raíces, su fe, en nombre de una supuesta solidaridad universal, no actúa por caridad, sino por nihilismo moral. No es caridad renunciar a la familia para acoger al extraño. No es cristiano demoler los valores que sostienen la comunidad para abrir paso al caos multicultural.
La voluntad de Dios no es la disolución de los pueblos, sino su perfección en el orden, la justicia y la verdad. No hay Reino de Dios sin raíces, sin identidad, sin pertenencias.
3. El cristianismo no impone el suicidio cultural
La Iglesia no ha predicado nunca una moral que conduzca al suicidio cultural de las naciones. Por el contrario, ha defendido siempre la legítima defensa de la fe, de la patria y del orden social cristiano. La caridad debe ser prudente, realista y subordinada al bien común.
El Papa Benedicto XVI lo dejó claro en Ratisbona (2006), cuando advirtió del choque entre el islam y la razón cristiana, y defendió la necesidad de preservar la identidad espiritual de Europa.
4. El deber cristiano de proteger la patria
Amar la patria es un deber natural y cristiano. El patriotismo, como enseñaba el Papa Pío XII, es una forma concreta de caridad. Y como tal, impone la obligación de proteger al pueblo frente a políticas que lo disuelven, lo fragmentan o lo someten a otras culturas.
San Juan Pablo II advirtió del “riesgo de perder el alma de Europa”. Hoy ese riesgo es una evidencia, y nace en gran medida de una inmigración masiva y sin integración real
El desarraigo no es voluntad de Dios. La desestructuración no es obra del Espíritu Santo. Dios creó a los pueblos con identidad y misión, no para ser disueltos en el caos multicultural del globalismo, sino para florecer en la verdad.
Desde una perspectiva católica, se puede y se debe rechazar la inmigración masiva -especialmente aquella que proviene de culturas islamistas radicalizadas- cuando desestructura nuestras comunidades, pone en peligro la identidad cristiana y rompe la armonía social.
No se trata de odio, sino de orden. No es xenofobia, sino caridad verdadera: amor a los propios, a la patria, a la fe, a la paz ya la civilización cristiana. Sólo desde ese amor bien ordenado se puede actuar conforme a la voluntad de Dios.










