El Español ha entrevistado a Sandra, un hombre que se hizo un cambio de sexo para ser mujer. 

Sandra denuncia las barbaridades de la ‘Ley Trans' que tramita la ministra Irene Montero.

Pero lo mejor es destacar lo que ha dicho Sandra con sus propias palabras: “Ahora pienso que nadie me hizo reflexionar nada. Los psicólogos y psiquiatras con los que hablé compraron enseguida que yo era una mujer. En ese momento se estilaba decir 'soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre'. Ahora se dice 'tengo identidad de género o sentimiento de mujer'. Es mentira. No hay ningún sentimiento de mujer. Eso no es científico ni lógico. Se nace mujer y punto”. 

Prosigue Sandra: “Nadie puede cambiar de sexo. Ningún cirujano puede conseguirte eso, porque el sexo es inmutable en los genes y el ADN": "El género, sin embargo, es un constructo social que tenemos que abolir para poder ser libres de verdad y, desde nuestro cuerpo de nacimiento, expresarnos y vestirnos como queramos. El reto es que no haya 'cosas de chicas' o 'cosas de chicos'. Eso es por lo que llevan las feministas luchando tantos años”, cuenta en El Español. 

Cuenta que siempre odió su cuerpo y que ese malestar se acentuó en la adolescencia. "Empecé a desarrollar lo que yo creía que era disforia, pero era dismorfia. Esa angustia no se va con las operaciones, porque lo que hay que trabajar es la cabeza y el aceptarse a uno mismo: sólo así se puede aliviar un poco. Yo me hice una vaginoplastia y seguí odiando mi cuerpo".

 Tengo amigas que se han operado también varias veces y, evidentemente, están psicológicamente muy mal. Ahí empecé a ver la luz y a darme cuenta de la mentira de la transexualidad

"El sistema médico te dice que cuando te operas el genital, tu disforia desaparece. No es así. Caes en un bucle de cirugías. Es un problema social y mental". Sandra cree que la transexualidad no se puede despatologizar, como propone la nueva Ley Trans. "No tiene ningún sentido: si no es una patología, ¿por qué vas a la Seguridad Social a que te den hormonas o cirugías? ¿Por qué tienes que cambiar tu aspecto por entero?".

Tampoco la operación le resultó exitosa del todo. "Me tuve que operar dos veces por un problema de la uretra. Tengo amigas que se han operado también varias veces y, evidentemente, están psicológicamente muy mal. Ahí empecé a ver la luz y a darme cuenta de la mentira de la transexualidad. Pensé que me habían engañado. Pensé: si me he puesto en manos de unos médicos que me iban a solucionar un problema, ¿por qué tengo más problemas que antes de transicionar?". "Es un shock muy fuerte. Es una cirugía muy invasiva. Perdí muchísima sangre. Se me caía el pelo. Ahí fue cuando me planteé qué es lo que había cambiado en mí realmente. Nada. Seguía siendo la misma persona, lo seré siempre. Ahí hice una reflexión profunda: ¿qué es ser mujer? ¿Llevar el pelo largo? ¿Depilarte? No. Claro que no. Ahí pensé: si estoy perdiendo pelo… ¿Ya no voy a poder ser una mujer?", explica a El Español. 

P.- ¿Tuviste alguna complicación médica más derivada de los tratamientos?

R.- “Llevo casi veinte años tomando esas hormonas tan tóxicas y tienen efectos secundarios graves: me puede dar una trombosis, un infarto, hay más posibilidades de desarrollar cáncer de mama… Cuando te haces la vaginoplastia, te conviertes en paciente de por vida, porque ya no tienes tu hormona biológica, que es la testosterona, así que tienes que estar con químicos para siempre. ¡Es un negocio redondo para ellos! La vida de las personas transexuales se acorta por esa medicación. A mí me ha afectado mucho: subidas de peso, retención de líquidos, pesadez, varices, incluso daño en el hígado y en el páncreas por la bilirrubina. Me salen petequias, manchas rojas, porque las hormonas espesan la sangre y las venitas se te van rompiendo por dentro. Y a nivel psicológico ni te cuento: ansiedad, depresión, paranoia… Las hormonas te revuelven mucho”, responde a El Español.