Ya está en marcha la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para prohibir la Fiesta Nacional, el toreo, en toda España. Ya saben, es el mismo camino que va del aborto libre al aborto obligatorio: no sólo lucha contra el toro sino que exige que se prohíba el toreo para quienes aman la Fiesta. El progresismo no busca libertades: busca imponerse por ley, es decir, tras controlar la violencia de Estado, la que obliga, coercitivamente, a cumplir las leyes, también las injustas, las leyes liberticidas, so riesgo de entrar en prisión, ser multado, o simplemente ninguneado.

Por cierto, el toro es cultura. Por supuesto que sí, porque cultura es todo aquello que crea un lenguaje y la Fiesta ha creado un lenguaje y de primera categoría literaria. Y popular.

¿Por qué el inquilino de Moncloa jamás ha acudido a los toros como presidente de España?

¿La fiesta es cruel? No, el toro de lidia, además de un animal de belleza incomparable, vive a cuerpo de rey, comparado con cualquier congénere suyo del matadero. ¿La Fiesta es cobarde? No, es un hombre valiente que se enfrenta a un animal poderoso, a una verdadera fiera, con un trozo de trapo.

Los animalistas odian el toreo porque practican esa ética blandita, sólo apta para yogurines, que piensa con el corazón y siente con la cabeza: justo lo contrario de lo que aconseja la sensatez. Es la moral del animalismo: una auténtica mamarrachada.

Cultura es todo aquello que crea un lenguaje y la Fiesta ha creado un lenguaje de primerísima categoría literaria… y encima popular

Pero cuidado, a Pedro Sánchez, aquí y ahora, le conviene dar esa batalla: cargarse la Fiesta nacional definitivamente.  Puede conseguirlo por la misma razón aludida: la sociedad española se ha vuelto muy blandita y muy tontita. Y ha nombrado un ministro de Cultura que odia la Fiesta. El segundo de Yolanda Díaz en Sumar es el blandito Ernest Urtasun.