Ocurrió el pasado Corpus Christi, en Roma. El Papa León XIV ofició la misa en San Juan en la explanada, ante la basílica de San Juan de Letrán. Luego, cogió la Custodia y con el Santísimo Sacramento recorrió los 1,5 kilómetros que separan la catedral de Roma de la basílica de Santa María la Mayor. Sí, con el Santísimo por enseña.

Primera lección: el catolicismo no puede encerrarse en las Iglesias, debe salir a la calle, porque es en la calle y en los hogares donde viven los hombres.

Propongo al Papa León que recupere, por decreto, la comunión por el método tradicional. Eso sí que constituiría una revolución

En segundo lugar, el Santísimo no ha bajado para permanecer encerrado en el Sagrario. La adoración, con el pan eucarístico en la custodia, para ser adorado por los fieles, se ha convertido en el signo de nuestro tiempo. El signo bueno, que malos tenemos muchísimos. Hoy en día las adoraciones perpetuas, seven-eleven, 24 horas al día, 365 días al año, están haciendo maravillas.

Pero hay más, Dios no necesita protocolos, el hombre sí. Es como cuando me dicen que el hábito no hace al monje: de acuerdo, pero en la sociedad de la imagen no hace al monje pero le distingue. 

El futuro del mundo no es cosa de Trump, ni de Jinping ni de Putin. Tampoco de Wall Street, ni de científicos o artistas. El futuro del hombre depende de su amor a la eucaristía, De otra forma, la humanidad está perdida

Por eso propongo al Papa León que recupere, por decreto, la comunión en la boca y de rodillas. Eso sí que constituiría una revolución en el seno de la Iglesia. 

Si realmente creemos que en la forma está Dios esto es lo mínimo que deberíamos hacer. 

Y digo recupere porque así fue como siempre se comulgó en la Iglesia: de rodillas y en la boca, el Creador no debe pasar por nuestras sucias manos. 

El futuro del mundo no es cosa de Trump, ni de Jinping ni de Putin. Tampoco de Wall Street, ni de científicos o artista. El futuro del hombre depende de su amor a la Eucaristía. De otra forma, la humanidad está perdida.