El pasado viernes 20 de junio, el Parlamento británico aprobó un proyecto de ley que legaliza la eutanasia asistida para adultos con enfermedades terminales.

El proyecto de ley, denominado 'Terminally Ill Adults (End of Life)', fue aprobado por 314 votos a favor y 291 en contra. Ahora continuará su tramitación en la Cámara de los Lores, aunque todo el mundo sabe que en el Parlamento británico quien manda son los Comunes. Así que esta ley, casi con toda seguridad, será aprobada en los próximos meses en Reino Unido. 

El proyecto de ley --presentado por la diputada laborista, Kim Leadbeater-- ha sido apoyado personalmente por el primer ministro, el laborista Keir Starmer, aunque su partido ha dado libertad a sus diputados para votar en conciencia.

En concreto, el proyecto de ley establece que adultos con menos de seis meses de esperanza de vida puedan solicitar ayuda médica para eutanasiarse. Aunque dicha solicitud deberá ser avalada por dos médicos y aprobada por un equipo formado por un trabajador social, un abogado y un psiquiatra.

The Catholic Herald recoge las reacciones del mundo católico. Por ejemplo, Monseñor John Sherrington, arzobispo de Liverpool y obispo responsable de los temas de vida, expresó que los obispos se sienten «conmocionados y decepcionados». «Esta ley es defectuosa en su principio y contiene disposiciones que nos causan gran preocupación». «La Iglesia Católica cree en promover una cultura de la vida y del cuidado compasivo». 

Monseñor John Sherrington añadió: «Permitir que los profesionales médicos ayuden a terminar con la vida de un paciente transformará la cultura sanitaria y generará temores legítimos entre personas con discapacidad o en situación de especial vulnerabilidad». «La verdadera compasión consiste en acompañar a quienes necesitan cuidados, especialmente durante la enfermedad, la discapacidad o la vejez». «La vocación de cuidar está en el centro de la vida de muchas personas que atienden a sus seres queridos, y es signo de una sociedad verdaderamente compasiva... es esencial que cultivemos y renovemos ese llamado natural que muchos sienten para cuidar a otros con ternura». 

Monseñor Sherrington recordó que «la experiencia indica que, salvo que se establezcan protecciones explícitas, los hospicios podrían verse obligados a cooperar con el suicidio asistido». Y concluyó, con gran optimismo: «Este no es el final del proceso parlamentario y no debemos perder la esperanza».

Durante este tiempo de tramitación, el hospicio católico St Gemma’s de Leeds declaró al Parlamento: «Si cumplir con la provisión del suicidio asistido se convierte en requisito para recibir fondos del NHS, instituciones como St Gemma’s podrían verse obligadas a cerrar». Mientras que el hospicio de San José en Hackney publicó en octubre de 2024: «Como hospicio católico, nuestra postura es que el suicidio asistido no forma parte de nuestra práctica de cuidados paliativos y no es coherente con nuestro ethos ni nuestros valores. No aceleramos la muerte ni la postergamos. Valoramos la vida, pero también aceptamos la muerte natural cuando llega».

Además, letrados que asisten a la iglesia han hecho hincapié en que que el Ejecutivo podría imponer, a centros de salud y residencias, que ofrezcan el  suicidio asistido entre sus servicios, bajo la excusa de respetar el principio de igualdad de acceso a los servicios. Y ello podría condicionar su financiación pública...

En cualquier caso, la eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo. Y por eso, es conforma a la ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural.

Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como el ‘no’ a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio. Es decir, es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional.

En los países donde la eutanasia se ha legalizado está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia incluso sin su consentimiento.