¿Estamos en el principio del fin? Pues no lo sé. Hay quienes se frotan las manos con la llegada del fin del mundo, quizá por vivir en directo el Apocalipsis, como si fuese la última obra de teatro que merece la pena ver. Pero no, de momento no creo que estemos en esas y habrá que seguir confiando en las Sagradas Escrituras y en la Misericordia de Dios.

Recientemente me he topado con un personaje de esos que deben tener mucho poder, porque tienen mucha información. Se trata de Wolfgang Ischinger, un alemán de 74 años, y bastante conocido en los foros políticos que se dedican a la observación de la evolución de los pueblos y los países. En concreto, es el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, que cada año reúne a los jefes de Estado, ministros y expertos para tratar de esos asuntos que, de una forma u otra, alteran y hacen que el mundo cambie. A Wolfgang no le gusta lo que está sucediendo con el orden que mueve al mundo, y opina que parece que todo comienza a arruinarse tal y como los señores del mundo han querido construir las sociedades occidentales: Las certezas que dábamos por hechas durante los últimos 50 o 60 años se están evaporando ante nuestros ojos, dice en un tono preocupanteY desde mi humilde torrecilla de cartón, yo percibo lo mismo…

¿Qué esperaban después de la transformación social durante años y años? Pues una enorme Torre de Babel donde nadie reconoce a los demás porque el individuo vive en un hedonismo estanco

Posiblemente, yo no lo sé, Ischinger y sus colegas gobernantes se deben estremecer ante la frustrada visión que el mundo les presenta después de tantas décadas dedicadas a la democracia activa como la gran panacea de la justicia del poder; las retorcidas libertades antropológicas para autopercibirse; al reduccionismo moral, porque encorsetaba la libertad de los individuos; y también a echar piedras sobre el tejado de la humanidad con leyes miserables como el aborto y la eutanasia. ¿Qué esperaban después de la transformación social durante años y años? Pues una enorme Torre de Babel donde nadie reconoce a los demás porque el individuo vive en un hedonismo estanco.

Pero vamos por partes porque, siendo esto cierto, no hay que pertenecer al estricto círculo de Wolfgang Ischinger para darse cuenta de que la cosa va de mal a muy mal, y para muestra un botón de aquel dicho de piensa en global, actúa en local. Pongamos la lupa en España que es lo que nos toca vivir… Recientemente, el Centro Criptológico Nacional que coordina el CNI, ha terminado un informe sobre desinformación en el que avisa de que ser «contrario a las instituciones democráticas» es «una amenaza directa» y esto se podría considerar como una crítica directa al globalismo -¡cómo si la democracia fuese un derecho humano!-, lo que nos pone a muchos en peligro de ser juzgados. Bajando al terreno de la realidad, este informe está hecho a la medida de los que pretenden ilegalizar al partido Vox, al que quieren tachar con estas razones de inconstitucional y al que señalan de «naturaleza antisistema», es decir contradictorio «a las instituciones democráticas y pueden suponer una amenaza directa para la cohesión social, la estabilidad, incluso la salud del país». Si no fuera esto tan grave, sería para reír. Sin embargo, que el zarrapastroso-comunista Pablo Iglesias y pijo-comunista Alberto Garzón, agiten la calle contra el orden constitucional y a su cabeza, el Rey Felipe VI, sólo se considera como debate social…

Estimado Wolfgang Ischinger, hable con sus señores del mundo sobre cómo dar la vuelta al individualismo, el nihilismo y hedonismo. Dejen de hacer caso a Friedrich Nietzsche, y escuche más a la Iglesia, arránquese los prejuicios porque es la única institución cuya experiencia ya suman más de 2000 años

Los tiempos están cambiando. Todos los días lo hacen. Es normal que una sociedad avanzada cambie y en la medida que su avance es mayor, avanza más deprisa. El problema es que pretenden que el ser humano avance en una dirección que cada vez es menos humana, una especie bioquímica donde se autoproyecta a sí mismo, algo así como si los algoritmos de la vida -entiéndase como algoritmos los medios de comunicación y la leyes de perversión- le fuesen reacondicionando constantemente. Posiblemente, este puede ser el fallo del sistema, el 404 not found de la sociedad, el error permanente, que mientras la tecnología y la ciencia avanza vertiginosamente, el ser humano es retorcido en sí mismo deformando su principal anhelo que es la felicidad consigo mismo y los demás. Mientras, la sociedad general está cada vez más crispada; enferma por una pandemia que no sabe cómo frenarla; el norte más lejos del sur; el rico cada vez más rico y los pobres, cada día hay más, más pobres; y la persona sin rumbo con la tasa de suicidios más alta de la historia de la humanidad.

Estimado Wolfgang Ischinger, hable con sus señores del mundo sobre cómo dar la vuelta al individualismo, el nihilismo y hedonismo. Dejen de hacer caso a Friedrich Nietzsche, y escuche más a la Iglesia, arránquese los prejuicios porque es la única institución cuya experiencia ya suman más de 2000 años.

España, del desastre a la utopía (Sekotia) de Julio Barceno. Si algo necesita hoy la calle son libros con ideas y propuestas de construcción, no de demolición, de unos contra otros, de izquierdas contra derechas, de hombres contra mujeres… Julio Barceno, un ensayista que ve la vida con la perspectiva de los años, aporta sosiego y frescor a las cabezas abotargadas que ya no pueden más. Quizá desde la ensoñación por una vida armoniosa, muestra un buen puñado de ideas que los que se dedican a regir el mundo, este mundo, debieran leer. No sé si su lectura les hará ser mejores, de lo que sí estoy seguro es que seguramente alguna de ellas les pellizca la conciencia.

Lo que está mal en el mundo (Acantilado) de J. K. Chesterton. Y de un pensador actual a un clásico que no por ello deja de aportar una tras otra de las ideas que serán siempre inmortales. Con esta obra, el autor se mete de lleno en los problemas del mundo que no resuelven al mundo, que no son más que el olvido de su esencia, y perdón que me repita, del mismo mundo, es decir la persona. Por eso aporta ideas tremendamente actuales sobre la familia, la democracia, la propiedad o la libertad. ¡Sólo eso!

La revolución biopolítica (Rialp) de Vittorio Possenti. En una era en la que la tecnología puede llegar a modificar nuestra esencia biológica, el humanismo está en jaque. Categorías como persona  o género, de larga tradición en el pensamiento occidental, han sido redefinidas desde los núcleos el poder. Las fronteras entre hombre y animal se diluyen, y se habla de superar lo humano mediante la innovación genética. El autor considera peligrosa esta alianza contemporánea entre materialismo y técnica, y propone un modelo ético de raíz cristiana.