No, no todo le pasa a él y, de alguna forma, también tiene la culpa porque su personalidad le lleva una y otra vez a estar siempre en el ojo del huracán. Los manuales de la vida dura enseñan muy bien cómo hacer limonada cuando la vida te da limones; y también los manuales dicen que los que se victimizan tienen un grave problema de autoestima, que son manipuladores y que su dolor es un falso dolor porque lo hacen a costa de los demás.
Por esto podemos asegurar que Pedro Sánchez no es una víctima, por más que él lo diga, su Gobierno le aplauda, sus medios de propaganda subvencionada lloren en sus canales y sus votantes lo repitan en los patios de vecinos. Pedro Sánchez es un mal presidente porque no es buena persona, y lo demuestra su forma de hacer política: usa el poder para servirse a sí mismo, para proteger a los de su Gobierno y siempre maniobra ante las circunstancias a favor de sus intereses personales. Es alguien que ha olvidado el bien común porque, simplemente, jamás lo ha tenido en cuenta. Ha convertido la Constitución en la timba de intercambio con los nacionalistas, que actúan como carroñeros de un moribundo, y la izquierda más rancia de la política española, con tal de mantenerse en el poder. Es, en definitiva, un mal profesional que se rodea de mediocres para que no puedan hacerle sombra. Puede parecer exagerado lo que digo, pero podemos hacer un repaso de sus ministros estrella desde que comenzaron sus gobiernos, que ponen la tesis en blanco sobre negro: José Luis Ábalos, María Jesús Montero, Pablo Iglesias, Irene Montero, Félix Bolaños, Yolanda Díaz o Sara Aagesen… ¡Entre otros!
Sánchez es alguien que ha olvidado el bien común porque, simplemente, jamás lo ha tenido en cuenta. Ha convertido la Constitución en la timba de intercambio con los nacionalistas, que actúan como carroñeros de un moribundo
Pero, ¿cómo es posible que alguien tenga tanta “mala suerte”? Pues porque quien vive permanentemente en la cuerda floja, cruzando líneas rojas, se juega el futuro a cada paso, y esto no es de ahora, le viene de lejos… Lanzo una pregunta: si tu hijo se ennovia con una chica cuyo padre trabaja en el negocio de las saunas gais, y la novieta es la misma que lleva las cuentas, ¿tú qué pensarías de esa relación? El refranero, siempre sabio, lo deja claro: “Dime con quién vas y te diré quién eres”.
Conviene recordar que Sánchez regresó al PSOE después de dimitir como secretario general, envuelto en acusaciones de "pucherazo" durante el proceso interno -aunque no se llegó a demostrar oficialmente-, y posteriormente hizo campaña puerta a puerta con sus dos fieles escuderos: Ábalos y Koldo, ahí es nada… Y es que el refranero me sigue dando la razón, “Dime con quién vas…”.
Desde que Sánchez accediera al poder tras la moción de censura a Mariano Rajoy, han sucedido muchos acontecimientos de los que Sánchez quizás no sea culpable directo, pero sí responsable de su gestión. Porque una crisis no se valora por su origen, sino por cómo se gestiona. Sin contar las crisis políticas derivadas de sus gobiernos Frankenstein, tenemos la crisis con Podemos e Iglesias (2021), la crisis con Marruecos (2021), el escándalo del espionaje con Pegasus (2022), los indultos a los líderes del procés (2021), la reforma de los delitos de sedición y malversación (2022), la crisis electoral y el adelanto de elecciones (2023), los pactos con independentistas tras las elecciones (2023), y los sucesivos casos de corrupción de ministros y del propio PSOE. A ello se suman los escándalos en su entorno familiar: su esposa, Begoña Gómez (2024-2025), y su hermano, David Sánchez Pérez-Castejón, procesado por la Justicia.
Y, por otro lado, aunque no sea culpable de los desastres naturales o las emergencias como la Covid-19, la erupción del volcán de La Palma, la borrasca Filomena, la gota fría en Valencia o el reciente apagón eléctrico nacional, los ha convertido en un pozo de desastres mal gestionados, con promesas incumplidas, leyes vulneradas y daños, en muchos casos, irreparables.
En todo caso, repasemos por si es que se nos va la mano… Durante la Covid nos encerró a todos y el Tribunal Constitucional sentenció que lo hizo ilegalmente. En La Palma, tres años después, cientos de afectados siguen viviendo en casetas, pese a las promesas de ayudas inmediatas y millonarias. Con Filomena, lafalta de previsión ante los avisos meteorológicos, que dejó a miles en situación de vulnerabilidad. En la gota fría de Valencia, que causó más de 200 muertos, la tragedia se agravó por la falta de obras de remodelación ya presupuestadas y bloqueadas por Teresa Ribera, entonces ministra de Transición Ecológica, que ni siquiera dio la cara durante el caos. Y, por último, el apagón eléctrico que afectó a todo el país, con consecuencias sociales, industriales y de imagen devastadoras. ¿Por qué? Por dejación del Gobierno en sus funciones de previsión: según La Razón, “cinco años de avisos ignorados sobre el riesgo de apagón por la entrada masiva de renovables ponen en el foco la gestión de Beatriz Corredor”. Pero aquí no dimite nadie. Todos siguen el ejemplo de Sánchez. ABC titulaba: “La falta de nucleares y el ‘boom’ de las renovables tumbaron la red eléctrica”. Incluso El País, la voz del Gobierno, admitía: “La vigente Estrategia de Seguridad Energética Nacional tiene ya 10 años y se ha quedado obsoleta”.
En fin, poco más que añadir.
Para terminar, conviene recordar que Pedro Sánchez lleva desde 2019 como presidente del Gobierno sin haber ganado ni una sola de las elecciones a las que se ha presentado. Llegó dando lecciones de puritanismo democrático y erigiéndose como héroe contra la corrupción. Desde entonces, su permanencia en la Moncloa se ha sustentado en intercambios de poder por dinero público o ventajas democráticas, ¡qué puede salir mal! Mientras España se polariza y pierde calidad democrática, Sánchez sigue sacando pecho gracias a sus medios subvencionados y un CIS que, al parecer, es el único estudio demoscópico que no detecta su desgaste.
Alain Badiou: Lo político y la política (Gedisa), de Jordi Riba Miralles. Badiou emplea la alegoría de la caverna como síntesis de su filosofía, mostrando no solo el modo de vida del filósofo, sino también la necesidad constante de afirmar la filosofía frente a modos de existencia inhumanos, representados como encadenados. Para él, filosofar implica profundizar en un problema antiguo que se hereda y debe ser transitado. La filosofía no ofrece respuestas cerradas, sino que mantiene vivo ese legado, testimoniando su presencia sin llegar nunca a una conclusión definitiva.
Dirigir y gobernar (LID), de Luis Huete y Ichak Adizes. Quizá si los políticos fuesen menos políticamente correctos y más responsables de sus resultados -lo mal hecho sale gratis en España cuando no un sueldo vitalicio-, leerían este libro, porque impulsa un liderazgo transformador basado en la ejecución eficaz. Enseña a equilibrar resultados inmediatos con visión de futuro, combinando teoría y práctica a través de ejercicios y artículos. Es una guía para directivos que buscan renovar sus empresas, fortalecer su gestión y servir al bien común en un entorno empresarial cambiante.
Política del malestar (Debate), de Alicia Valdés. Muchas veces tomamos decisiones que nos perjudican, como votar a quienes atacan los servicios públicos o aceptar condiciones de vida precarias. Aunque tradicionalmente se explican estas contradicciones desde la lógica y la voluntad consciente, Política del malestar ofrece otra perspectiva: el psicoanálisis. Alicia Valdés destaca cómo el inconsciente y las emociones, habitualmente ignorados en política, explican nuestra (des)movilización y revelan por qué resulta más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.