El Gobierno de Sánchez, en 2020, presentó una reforma fiscal que pretendía la inclusión de una serie de medidas para reducir la presión recaudatoria sobre los contribuyentes españoles. No sé si recordarán ustedes aquella chulería de Marisú Montero en el congreso, cuando dijo aquello de «No subiremos los impuestos ni a las clases medias ni a los trabajadores» -chiqui, le faltó añadir-. Un mantra incumplido desde el principio. A ello tenemos que sumar el hachazo a todos los ciudadanos por el coste energético y que, mientras se echaba la culpa a Putin, Teresa Ribera cerraba la boca, y decía del IVA que en Europa no les permitían bajarlo. Una mentira detrás de otra hasta hoy.

Haciendo un acto de memoria, también recordarán las principales medidas para paliar la inflación, ese otro cáncer para los ciudadanos, por el que se han embolsado unos 20.000 millones de impuestos extras, que justifican con la campaña “No es magia, sus tus impuestos”. Pues bien, recordemos lo que Sánchez se apresuró a destacar: la reducción de la tasa impositiva del IRPF para los contribuyentes con menos ingresos, la eliminación de las deducciones de la base imponible para los trabajadores autónomos, una reducción de los tipos impositivos del IVA, una deducción especial para los contribuyentes con hijos, y una exención de impuestos sobre el patrimonio. ¿Ustedes han visto algo de esto? Yo tampoco.

La situación inflacionaria de España ha mejorado en las últimas semanas: en marzo nuestra tasa estaba en 3,1% interanual pero todavía hay mucho por hacer y queda mucho para llegar a nivel precovid. Otro factor a considerar es el aumento de los salarios y los costos de producción, lo que también contribuye a la inflación. Lo dije en otra ocasión, no soy un experto en economía, pero tampoco hay que serlo para ver qué sucede y qué hacen o, mejor dicho, qué no hacen para resolverlo, porque seguimos sin que el gobierno adopte políticas fiscales y monetarias apropiadas para controlar la inflación y mantener la estabilidad económica, es decir a favor del bien común y no a sus resultados demoscópicos.

Capítulo aparte es la deuda española, que parece ser, o eso nos dicen, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de nuestra economía visto desde Bruselas. Pero no debemos ser los únicos, porque Bruselas ha declarado recientemente que exigirá a los países que rebajen la deuda pública y que los Gobiernos no podrán concentrar los recortes al final del periodo de acuerdo a sus intereses…

Ya ven ustedes, ¡quién lo iba a decir!, un gobierno socialcomunista proporcionado un negocio multimillonario a compañías buitre neoliberales

Las políticas sociales pueden tener un efecto positivo en la economía pero muy limitado sobre la inflación. Sin embargo, Sánchez sigue regalando dinero en políticas sociales como si el dinero no fuera de nadie, que ya lo dijo Carmen Calvo. Por ejemplo, si el gobierno gasta más en programas sociales, el aumento de la demanda puede provocar una presión inflacionaria. Aunque hay varios factores que intervienen en la inflación, tales como los precios de los bienes y servicios, el nivel de la oferta monetaria, las tasas de interés, los salarios y los impuestos. Por lo tanto, el impacto de las políticas sociales en la inflación depende del contexto y no es generalizable, sobre todo, si cuando tratas de paliar el daño inflacionario no afecta a la totalidad de la población como bajar los impuestos o el IVA energético, y se hace solo con parches pasajeros, y parciales, como rebajar el IVA del 4% al 0% a los alimentos de primera necesidad, y del 10% al 5% para los aceites de oliva y la pasta, pero... Oh, my god!, el IVA del plástico de los envoltorios te vuelven a subir el precio; o tratas de ayudar a las familias con rentas menores a 27.000 euros con la opción de recibir, si llegas a superar el triaje burocrático, una ayuda de 200 euros de los que luego te cobrarán 60 en tu próximo IRPF. Y qué decir si lo hacen como propaganda política, como el caso de las 50.000 viviendas - o las que sean que ya me pierdo -, y ojo, que pretende resolverlo a través de los fondos KKR y Blackstone. Ya ven ustedes, ¡quién lo iba a decir!, un gobierno socialcomunista proporcionado un negocio multimillonario a compañías buitre neoliberales. Además, mientras te enseñan esto con una mano, firman con la otra junto a Podemos y ERC más garantías a los okupas de los muchos que ocupan las viviendas del Sareb. ¡Todo muy Sánchez!

Y esto a las puertas de unas elecciones que van a dibujar un nuevo mapa político, aunque, para el caso que nos ocupa, las elecciones pueden tener un efecto inflacionario o desinflacionario, dependiendo de los resultados y de la política económica que el gobierno implemente después como resultado de los comicios. Por ejemplo, si un partido promete reducir los impuestos y aumentar el gasto público, esto podría contribuir a un aumento de la inflación. Por otro lado, si un partido promete mantener los impuestos estables y reducir el gasto público, podría contribuir a una disminución de la inflación. ¡En fin, las cosas son como son y quien no quiera verlo es que le gusta que le engañen una y otra vez!

La economía del bien común (Debolsillo) Jean Tirole. ¿Qué ha sido de la búsqueda del bien común? ¿En qué medida la economía puede contribuir a su realización? Se trata de un apasionado manifiesto a favor de un mundo en el que la economía, lejos de considerarse una «ciencia lúgubre», se vea como una fuerza positiva a favor del bien común.

Neoliberalismo reset (Sekotia) Alfonso Zurita Borbón. Estamos ante un ensayo crítico que aborda los temas que la crisis ha vuelto a reavivar intensamente. La obra analiza nuestra realidad económica desde la doble perspectiva del choque entre antiguos y nuevos modelos económicos junto a las fallas inherentes del sistema financiero internacional.

Otra economía es posible (Alianza) Manuel Castells. Desde las soluciones aportadas a la crisis del 2008, han surgido prácticas y organizaciones que representan ciertos valores: la vida sobre el dinero, la cooperación sobre la competencia salvaje, la responsabilidad de las grandes empresas y la regulación responsable de los gobiernos sobre las estrategias especulativas. Este libro explora todo esto… ¡y más!