No cabe duda de que la narrativa histórica es una de las especialidades que más gustan y que crea verdaderos autores gurús que se mantiene en los lineales de cualquier librería. La narrativa histórica gusta, y mucho, porque aporta al lector dos alicientes inmediatos: por un lado, el aporte de conocimientos históricos, que quien más, quien menos, a todos nos gusta que nos cuenten qué sucedió en tal lugar o quién fue tal personaje; y por otro el placer de una buena novela con sus pequeños toques personales de ficción. El secreto de esta especialidad literaria es que la ficción no se debe notar que es ficción, nada más… ¡y nada menos! Hace unos años se puso de moda la narrativa histórica ligada al Siglo de Oro español, tanto en tierras españolas como allende los mares. Sin duda, Arturo Pérez Reverte, con su Capitán Alatriste, fue el motor desencadenante, a pesar de que muchos le tacharan de falsario de la historia por una visión muy sesgada y particular de quienes fueron los monarcas y los personajes de entonces, incluso de ciertos juicios y anacronismos sociales que desmerecían para muchos lectores, que terminaron abandonado la saga precisamente por eso. Pero al señor Reverte no le importaba, sabía para quién escribía: a una masa acrítica, que ignora gran parte de la historia, deseosas de aventuras y que admiten sin remilgos cualquier objeción falseada o no, si queda bien en la novela. Pero hubo otros que también hicieron gala de sus posibilidades, por ejemplo Juan Antonio Pérez Foncea, que vendió muchos miles de ejemplares de su novela El héroe del Caribe y unos años después con Invencibles, menos cantidad porque apareció en 2014 en la cola de la crisis y cuando los gustos habían cambiado por la historia de Roma. Es por esto que hoy vamos a hablar de narrativa histórica de Roma. La legión perdida (Planeta), de Santiago Posteguillo. Con esta entrega, Posteguillo cierra la trilogía sobre Trajano. Este autor es un enamorado de la figura de Trajano a la que ha dedicado un ingente número de horas al estudio, investigación y escritura para cerrar una obra completa de casi 4.000 páginas de lectura. Pero sus seguidores y los amantes de la narrativa histórica están encantados. En este caso de La legión perdida,  Trajano tiene que ver cómo resolver la pérdida de una de sus legiones provocado por el ambicioso plan de Craso de ensanchar las fronteras de Roma en dirección a Oriente, aunque realmente lo que buscaba era liberar a favor de Roma la Ruta de la Seda, que pasaba por las tierras de los Partos y por lo tanto suponía un gran negocio macroeconómico que resultaría muy beneficioso para las finanzas reales de los ciudadanos romanos. Pero Craso era un presuntuoso que pensaba que con la fuerza de su ejército bastaría, pero desconocía el terreno, los desiertos y la falta de comida y agua en aquellos terrenos. La aventura estaba servida. Balbo, la mano izquierda de César (Esfera de los Libros), de León Arsenal. Otra muy buena historia de romanos, con un conductor de la historia advenedizo a la poderosa Roma, ligado a César de forma interesada e interesante. En el año 60 a.C., Lucio Cornelio Balbo, es el hombre más poderoso de Gades, que cuando César vuelve a Roma después de sus éxitos en Hispania, vuelve con los triunfos suficientes para ser nombrado cónsul. Los boni, facción política que defendía vehementemente la tradición republicana, tratarán de trampear para que no llegue a conseguirlo. Frente a los boni se forma el Triunvirato de tres hombres muy fuertes; César, Pompello y Craso, que se unen por intereses de poder aunque entre ellos existieran suficientes razones para ni mirarse a la cara. Balbo será el confidente que se encarga de que su amigo César logre con éxito, más del que imaginaban, llegar a ser el César que todos conocemos. Una trama muy bien armada que merece la pena leer. Cartago. El desafío de Roma (Un libro en el bolsillo), de Carlos Alberto Marmelada. La historia de la fundación y destrucción de Cartago, una de las ciudades más hermosas del Mediterráneo que dominó con fuerza y acosó al imperio romano. Quien fue Aníbal, su ejército y las batallas más importantes para hundir a Roma de forma definitiva, son contadas con detalle para comprender bien cómo era la cabeza de este estratega de apenas 25 años de edad que puso en jaque al mayor ejército del mundo, sitiando a la ciudad de Roma. Pero Roma es vengativa y no estaba dispuesta a dejarse humillar. Cuando pudo, ejecutó sin piedad la osadía del enemigo, hasta dejar a la orgullosa ciudad de Cartago sin piedra sobre piedra. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013