Más y más fragmentados
El inevitable fin de vacaciones ha llegado. Todos sabemos que así será antes de empezar las vacaciones, pero no queremos verlo, y ahora que lo tenemos bajo los pies nos sentimos incluso como traicionados por el destino. Pero esta franja de días, que también terminan cansando, nos traen una vuelta de tuerca más a la tensión diaria porque los hechos son tozudos y el ser humano, que está creado para amar, y por lo tanto hecho para buscar la verdad, no puede evitar (si quiere ser feliz) afrontar la realidad, la que sea. El mes de agosto ha vuelto a convulsionar nuestras vidas: atentados terroristas de corte yihadista, manifestaciones con un objetivo concreto que termina sirviendo a otros intereses y la clase política, corruptores de la razón, otra vez dividendo a los ciudadanos para sacar rédito electoral. Es cierto que la sociedad, de unas décadas para acá, está constantemente rota. Los dirigentes, lejos de tratar de aportar armonía y unidad ante el fracaso, rompen más lo que ya estaba roto. Izquierda contra derecha, feministas contra hombres y mujeres, nacionalistas contra españolistas, separatistas catalanes contra catalanes que se sienten españoles, trabajadores contra otros trabajadores, moros contra cristianos... Un todos contra todos, un barullo social que sin duda termina calando en el ánimo, en el ambiente y en la psicología social que de una forma u otra llega a nuestros hijos, que no entienden por qué pero lo asumen como una monotonía natural, como al marinero le parece que el viento que azota sus velas. Y frente al futuro negro que esta España nos provee con el mal nacido 1-O, que ha alcanzado cuotas de estupidez, cinismo e irreverencia a lo supuestamente más sagrado de la democracia, que es el Estado de derecho, unos siguen enchulándose contra la ley y otros sin pestañear diciendo que no pasará nada. Antes, España era un frente común contra ETA, terroristas carniceros, chantajistas y extorsionadores, que mataban con un tiro en la nuca mientras que la casta política del País Vasco disculpaba de forma lacónica el mal de sus hijos. Luego vino la decadencia política abandonando a las víctimas y vendiendo la idea de que no hay ni vencedores ni vencidos, aunque sobre el asfalto todavía sigue la mancha de sangre de los muertos, ¡en fin! Y así, hasta que hemos llegado a tener al enemigo en las instituciones públicas como si fuesen seres tan higiénicos que se podrían confundir con usted y conmigo. Lo llaman un triunfo de la democracia. Pues que se lo crea quien quiera, yo no. Ahora el enemigo es difuso, porque mientras el hecho objetivo de que el enemigo es quien mata a traición a la mano que les da de comer, algunos políticos y algunas plataformas de movimientos sociales pretenden vendernos que las víctimas son ellos, los que matan, porque lo hacen por el daño reiterado que hemos ejercido a su pueblo. Bien ahí lo dejo, no me atrevo a decir más... El islam en el siglo XXI (Encuentro), de Fernando de Haro. En El islam en el siglo XXI, el periodista-autor se adentra, a partir de las conversaciones mantenidas con el islamólogo de fama internacional Samir Khalil Samir, en el mundo del islam (o "los islam"), una realidad mucho más compleja de lo que los españoles y los europeos en general percibimos habitualmente. Pensadores de la nueva izquierda (Rialp), de Roger Scruton. Inicia este estudio sobre los fundamentos de la Nueva Izquierda en 1985. La edición de 1985 fue controvertida y recibió numerosas críticas en los círculos intelectuales europeos, por su estilo provocativo. Mientras tanto, eran los años de la caída del Muro... Los límites de la cordura (El buey mudo), de G. K. Chesterton. Después de la locura que estamos viviendo, no está de más un poquito de Chesterton, que nos dice desde 1927 (1ª edición de esta obra): Cualquiera que haya de ser la última etapa de la historia, ningún hombre cuerdo duda ya de que estamos presenciando las primeras. Ya no hay diferencia de tono ni de clase entre el orden colectivista y el orden comercial ordinario; el comercio tiene su burocracia y el comunismo su organización. Las cosas privadas ya son públicas en el peor sentido de la palabra, es decir, son impersonales y deshumanizadas. Y las cosas públicas ya son privadas en el peor sentido de la palabra; esto es, son misteriosas y secretas, y están muy corrompidas. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013