El Gobierno británico aconseja a sus ciudadanos que se hagan con un kit de supervivencia, ya saben, una mochila con gasas, mucha agua, una linterna y supongo que ni una botella de buen vino. Como lo hacen con el noble motivo de no alentar a la población hablan de hipótesis tales como un posible ataque cibernético que deje al mundo a oscuras y sin información (esto último no tiene por qué ser malo), un ataque nuclear (el sabor del terror clásico), una nueva pandemia (el 'Foreign Office' ha prohibido que se cite en el mismo párrafo la palabra Covid y la palabra China, por razones diplomáticas).

Se ve que las cosas de la guerra de Crimea y la situación en Israel, que no son exactamente catástrofes naturales, han excitado los ánimos. 

Vamos, que el miedo no tiene motivos religiosos sino laicos y que los agoreros del Apocalipsis son inferiores en número y en persistencia que los de, mismamente, el apocalipsis climático. Está claro que el mundo tiene miedo, miedo al miedo.

¿Cuál es la actitud a tomar ante una catástrofe o ante la posibilidad de una catástrofe global? Sencillo: si crees que el final de la gran tribulación va a ser mañana... ¡sigue haciendo lo mismo que haces hoy pero hazlo mejor!

Curiosamente no se cita el asteroide, que constituye el instrumento de fin de ciclo favorito de los profetas católicos, pero no olvidemos que estamos sufriendo, ahora mismico, unas tormentas solares, fenómeno que produce consecuencias tan hermosas como las auroras boreales pero también alteraciones en el campo magnético de la tierra, algo extraordinariamente molesto. 

Ahora bien, lo que llama la atención es la respuesta del mundo ante una previsible catástrofe: un kit de supervivencia. ¿De verdad con una linterna y agua mineral podré enfrentarme a una catástrofe telúrica?

Aclaremos algo: sólo hay algo más tonto que dejarse llevar por los iluminados que fechan con trágica exactitud la II Venida de Cristo o, sencillamente, el fin del mundo. Y ese algo consiste en rechazar de entrada, como si fueran iluminados, a los profetas verdaderos y a los no profetas dotados de sentido común. 

Más fácil: basta con leer el Evangelio y creer en los milagros. Mismamente, en el milagro contemporáneo de las apariciones marianas, que constituyen una de las marcas de nuestra era.

Como les dijo, hablando del Tercer Secreto de Fátima, Juan Pablo II a un grupo de universitarios alemanes: recen el rosario, confíen en María. No sólo es lo más pío: es lo más eficaz y lo que aporta más paz en tiempos de tribulación

Además, para creer en la inmediatez del final de la historia, que no tiene por qué ser el fin del mundo, no hace falta ser un avezado teólogo y hermeneuta, basta con recordar las palabras de Cristo. Por ejemplo, aquellas de "cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?". Si lo medimos por la fe de la humanidad presente, no les quepa duda: está al venir, puede ser ya mismo.

¿Cuál es la actitud a tomar ante una catástrofe o ante la posibilidad de una catástrofe global? Sencillo: si crees que el final de la gran tribulación va a ser mañana... ¡sigue haciendo lo mismo que haces hoy pero hazlo mejor! No te muevas, no dejes de cumplir con tus obligaciones ordinarias. No eres el dueño de tu destino, así que confía en la Providencia. Confía en Cristo. Lo del kit de supervivencia está bien para los británicos, gente amante de los emparedados de pepino. La guerra nuclear, el cambio climático, el Covid... puede llegar alguna, todas o ninguna de esas calamidades. Y aunque lleguen, ¿acaso puedes hacer algo contra ellas? Pues entonces, como les dijo, a estos mismos efectos, Juan Pablo II a un grupo de universitarios alemanes: recen el rosario, confíen en María. No sólo es lo más pío: es lo más eficaz y lo que aporta más paz.