En un mundo postcristiano que ha perdido la fe, la Iglesia nunca fallará pero los obispos sí. Y con todo, al final vencerá
Cómo no, se lo he leído a Leonardo Castellani, uno de los sabios del siglo XX. Jesuita y argentino, igualito que el Papa Francisco, perseguido por los suyos, por la jerarquía eclesiástica y también de la orden por los jesuitas. Condenado, castigado, que ya a avanzada edad se vio obligado a trabajar como descargador... y uno de los hombres más sabios de nuestra era, además de un escritor fuera de lo común.
Castellani da la mejor definición que he visto sobre la Iglesia actual, tan confusa, tan inabordable, que no hay quien se aclare con ella ni en ella, ni para bien ni para mal. Ahí que se va el apocalíptico Castellani, que lo explicaba hace ya 70 años, ya expulsado de la Compañía de Jesús y del sacerdocio (que luego recuperaría) y calumniado y vejado por sus propios hermanos en la fe.
En esa tesitura Castellani describe la Iglesia que viene, con un comentario donde trata de conciliar dos frases de Cristo aparentemente contradictorias: "las puertas del infierno no la derrotarán" (a la Iglesia)", algo que en principio no casa con aquella otra de "cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Don Leonardo concilia ambas afirmaciones de esta guisa: "la Iglesia no fallará nunca porque nunca enseñará la mentira. Pero la Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no harán, mandarán y no servirán y (atención) mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto los poquísimos heroicamente constantes".
Sí, de esta guisa se concilian ambas afirmaciones de Cristo y mucho me temo que es exactamente lo que está ocurriendo en el siglo XXI, la centuria de la blasfemia contra el Espíritu Santo, en esta nuestra Era de Satán.
Una Iglesia repugnante al mundo entero, en un mundo postcristiano que ha perdido la fe. Y con todo, vencerá.