Al parecer, desde hace sólo 50 años, se ha impuesto el pensamiento progre (no mediante un debate, que los progres jamás debaten, imponen) sobre educación y ha decidido que hay que menospreciar la memoria y minusvalorar el esfuerzo, tanto del docente como del discente.
Ahora me entero de que Oxford y Cambridge se plantean suspender los exámenes porque eso sería imponer algo al alumnado, o sea, puro fascismo, y para que los tontos de la clase, que suspenden, no se sientan marginados por los listos que aprueban. Sin duda este es el camino más recto hacia una sociedad de borregos, compuesta por ciudadanos con todos los derechos y sin deber alguno, ciudadanos que no valoran el mérito ni el esfuerzo y que, encima, al despreciar la memoria, que tiene nombre de fascista, caerán en el Alzheimer. De este modo, cada generación deberá empezar de cero, porque no habrá aprendido nada de la anterior.
¿A que resulta hermoso?
Todo ello enriquecido por la coña de la multiculturalidad. Ya sabe: si usted mantiene un nivel exigente en las aulas, estará creando una sociedad elitista, pues los que llegan del Tercer Mundo no están al nivel de los nativos: pura desigualdad. No, hay que bajar el nivel para que los no preparados aprueben. Naturalmente, sin esforzarse demasiado.
Verán: no es que los inmigrantes sean más tontos que los nativos, es que los nativos han tenido, desde la cuna, más información que los inmigrantes. Pero para solucionar eso, no hay que rebajar el nivel sino elevar el nivel del recién llegado hasta que consiga el vigente en la sociedad que le ha acogido.
Pero no se trata de rebajar el nivel formativo de los blancos sino de levantar el de los negros o el de los musulmanes, que no son menos listos que los blancos pero sí han tenido menos oportunidades. Lo que tienen que hacer es imponer disciplina y esfuerzo a unos y a otros. Y no se preocupen, que los recién llegados habrán alcanzado a los europeos blancos en una generación y sentirán entonces la satisfacción del esfuerzo recompensado.
En todo caso, no olviden que no hay mérito sin esfuerzo y que la memoria no sirve para recordar, sino para pensar.