Vuelvo a citar la nueva obra de revelaciones de Jesús a la madrileña Margarita de Llano, fundadora de la Verdadera Devoción al Corazón de Jesús (VDCJ). Sí que creo en la veracidad de estas revelaciones concretas... al igual que no creo a otros 'profetas' que se venden como tales. 

Sigo: se nos anuncia, como repiten los místicos contemporáneos, que el diablo anda suelto por el mundo y que, en concreto, han regresado 'los medium', una casta que parece de risa pero es de pena y peligro. En la era post-Harry Potter conviene insistir en que la magia blanca no existe: existe la gracia de Dios y la magia negra, que es la propia de los espíritus impuros y ligeramente inmundos. 

Pues bien, Margarita de Llano nos habla de consagraciones a Satán. Sí, resulta sorprendente pero, si lo piensan bien, es muy lógico: el demonio es el "mono de Dios" y lo propio del mono es la imitación del hombre.

Pero lo que me ha llamado la atención del nuevo libro (La Inmaculada en el Reino Nuevo) de Margarita de Llano es que habla de consagraciones de los propios hijos a Luzbel. Y ahí va la bomba: "Puede una persona consagrarse a él (a Satán) voluntariamente o haber sido consagrado por sus padres o por sus ancestros antes de nacer. Hay personas que consagran a su árbol genealógico hasta siete generaciones". 

Increíble. Pero seguimos en la misma línea: de igual forma que los hombres y mujeres se consagran a Dios, Luzbel, el mono de Dios, intenta imitarle y con sus propios consagrados, que en este caso no serán hijos sino esclavos. 

Y no menos asombroso es el ejemplo que aparece en este libro sobre lo que ocurría en culturas primitivas: "En diferentes tribus hubo distintas adoraciones a ídolos de esa clase que no eran más que demonios... y éstos pedían sacrificios cada vez mayores".

Y miren la casuística que expone: "Ejemplo de esto, llevado hasta el extremo por largo tiempo, eran los pueblos del Estado americano, que habían sido poseídos. Cuando viene España a llevarles el evangelio, con dolor y sufrimiento, no sin cruz, sin Mi cruz, es cuando ellos descubren la verdad, impulsados por el amor ardiente y cariñoso de una madre. Mi Madre y vuestra Madre".

Al leer esto no he podido sustraerme a la formidable escenificación que realiza Mel Gibson en Apocalypto sobre la evangelización española de América, con aquellos sacrificios humanos, consistentes en arrancar el corazón en vida, dirigidos por un chamán, escena que le hizo explayar a un amigo: eso es satanismo.   

No le presté mucha atención en su día pero ahora aquellas escenas cobran todo su sentido. En efecto, el encuentro de dos pueblos no era más que eso: la evangelización española frente al satanismo de las maravillosas culturas precolombinas. 

Pero volvamos al presente y quedémonos con lo que nos afecta de forma directa: el diablo anda suelto y hay mucha gente, desde luego ningún ateo ni agnóstico, que se consagra a él. Y además, la batalla sigue siendo la del mono imitador de Dios: a lo que se enfrenta la Iglesia en el momento presente es a la abolición de la Eucaristía y su sustitución por la abominación de la desolación, que significa eso que está usted pensando: la adoración de Satán. La diferencia entre adorar a Cristo y adorar al demonio es que el primero ama al hombre, el segundo sólo le quiere como esclavo. 

Esta es la batalla que se libra en 2022. Y en el apartado teórico, esa batalla es la de la Blasfemia contra el Espíritu Santo. Es la mano y el guante, teoría y práctica. Pero de la blasfemia contra el Espíritu ya hemos hablado en otras ocasiones. Ahora estamos en la batalla abierta, en el terrorismo directo: el enemigo se ha quitado la careta y no vale desertar.

Cuando desde la misma Iglesia no dejan de suprimirse eucaristías, hay que pensar que el momento está próximo, que la batalla final se avecina.

Y tranquilos, muchachos, es cierto que el diablo anda suelto y que puede hacer daño, pero Satán sólo gana batallas, las guerras las pierde todas. Recuerden el lema de todo buen cristiano: siempre de derrota en derrota hasta la victoria final.