Sólo recordar que hay curas valientes, más valientes que muchos de sus jefes, los obispos españoles, cuyo atronador silencio ante lo que está ocurriendo resulta eso mismo: atronador... a fuer de lamentable
Ocurrió el domingo 11 de diciembre. Tras el Evangelio de la misa, dedicado a San Juan Bautista (Mt 11 2-11), los fieles se sientan y esperan el sermoncito de circunstancias del cura. Pero de circunstancias nada: nuestro mosén coge el toro por los cuernos y nos recuerda a los presentes que Juan el Bautista fue encarcelado y martirizado por recordarle al rey Herodes que no podía convivir maritalmente con la mujer de su hermano, por muy jocunda que estuviera la buena de Herodías.
Y nuestro cura valiente no se queda en la historia sino que amonesta a aquellos gobiernos como el español que abanderan uniones que atentan contra el matrimonio natural, el formado por un hombre y una mujer y abierto a la vida.
La agenda política de barbaridades y salvajadas del Sanchismo es amplia: derecho al aborto, homosexualidad indiscutible y pobre de aquel que se atreva a opinar en contra, delitos de odio, transexualidad, perversión infantil, persecución del discrepante, cristofobia y cristianofobia, ingeniería social, trashumanismo, ruina y tiranía ecológica, maquinismo depredador del hombre y seres sintientes, etc.
Cuando lo anormal se convierte en normal y la barbaridad en norma, la discrepancia se convierte en delito... pero es entonces cuando hay que delinquir
No voy a decir el nombre de nuestro sacerdote ni la iglesia donde se perpetró tamaño delito de odio; hay que ser astutos como serpientes y sencillos como palomas, no al revés, pero es curioso que nuestro cura uniera a su discurso la necesidad de que la Iglesia sea libre y no resulte "cancelada" como se dice ahora, por el poder político de Pedro Sánchez, empeñado, no en contradecir la doctrina sino en censurarla, como paso previo para anularla y aniquilarla... y para crear su propia Iglesia laica, que emana y santifica una barbaridad tras otra, que convierte el bien en mal, la verdad en mentira y la belleza en fealdad. No olvidemos que vivimos en la era de la Blasfemia contra el Espíritu Santo.
Sólo recordar que hay curas valientes, más valientes que muchos de sus jefes, los obispos españoles, cuyo atronador silencio ante lo que está ocurriendo resulta eso mismo: atronador... a fuer de lamentable.