
El pasado viernes 20 de junio, el Parlamento británico aprobó un proyecto de ley que legaliza la eutanasia para adultos con enfermedades terminales.
Días antes de la votación, el valiente padre Ian Vane, párroco de St. Joseph en Dorking, advirtió de que a todos los diputados que votaran a favor, se les negaría la comunión: “Como sacerdotes, somos custodios de los sacramentos”.
Por si su aviso no había llegado a oídos de todos, en los días previos, Vane contactó como sacerdote local a Chris Coghlan, diputado por Dorking y Horley, comunicándole que de votar a favor se le negaría la comunión porque su voto supondría perseverar obstinadamente” en el pecado.
Pese a ello, Coghlan dio su sí a la ley, y por tanto, el valiente Vane le ha negado la comunión. Coghlan no se lo ha tomado muy bien y ha escrito su historia, dándoselas de víctima, al medio británico The Observer: es "indignante", según el. Es más, acudió a 'chivarse' de Vane al Obispo de Arundel y Brighton, Richard Moth, quien respaldó al sacerdote: La Iglesia católica cree en la santidad de la vida y la dignidad de cada persona".
My Catholic Priest publicly announced at every mass he was denying me Holy Communion following the assisted dying vote. Children who are friends of my children were there. This followed a direct threat in writing to do this four days before the vote. 1/3 https://t.co/oK45gG7dsa
— Chris Coghlan MP 🔶 (@_Chris_Coghlan) June 29, 2025
Pero la realidad es distinta, no es indignante, es justo, consecuente y lógico, en consonancia con el Magisterio de la Iglesia. La Iglesia, en sus 2000 años de historia, siempre ha defendido la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, con una particular atención a las fases frágiles de la existencia. El 'no' a la eutanasia y al ensañamiento terapéutico son un 'sí' a la dignidad y a los derechos de la persona: incurable no significa in-cuidable.