El problema de Teresa Ribera es que no funciona como una ministra, mucho menos como una vicepresidenta, sino como una activista climática. 

Está muy enfadada doña Teresa porque la COP28, celebrada en los Emiratos Árabes no ha condenado al petróleo. Esto es muy extraño, porque se trata de uno de los grandes productores mundiales de crudo.

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En cualquier caso, Ribera está empeñado en cargarse a las empresas energéticas del mundo mundial, lo cual no es la mejor noticia dado que se trata de la responsable energética en España.

Además, sorprende que todas las prohibiciones de Ribera recaigan sobre las eléctricas y las petroleras, cuando el principal agente de la carbonización de la economía es el transporte, no el sector energético. ¿Saben ustedes cuál es la razón? Sencillo: para un político es  muy fácil acusar a Iberdrola, Repsol o Naturgy. A fin de cuentas, la energía es lo más necesario, pero no nos damos cuenta de ello cuando apretamos el interruptor de la luz. Ahora, díganle, no a tres empresas, sino a millones de personas, que les vas a limitar su acceso al automóvil o bien, que tienen que cambiar su coche por un eléctrico 10.000 euros más caro. 

Todo ello, sin recordar que sin carbono no se puede vivir.