No todo va a ser malo. Ni todos, ni todas. Apunten este nombre: Concepción Espejel, miembro del Tribunal Constitucional. Es una de las conservadoras -¡Qué horror!- del TC. 

¿Por qué la presento y, además, con motivo de la aprobación -¡qué sorpresa!- de la ley de amnistía por parte del tribunal de don Cándido Conde-Pumpìdo, cuando esto ya ocurrió una par de semanas atrás?

Pues porque es una de las juristas que dio un 'no', con el correspondiente voto particular, a la Ley de amnistía.

Pues bien, en ese voto particular, Espejel asegura que la ley de Amnistía crea "un régimen jurídico excepcional, paralelo al marco constitucional común". Y añade, y en este resulta absolutamente original respecto a los síes y respecto a los noes, que sólo las leyes contra la vida, es decir, las leyes de aborto, resultan más graves que la Ley de Amnistía, en casi 50 años de Constitución. 

Es el razonamiento egregio de una provida pero también el de una gran jurista. En efecto, la Constitución es, ante todo, un elenco de derechos y resulta que sin el derecho la vida no existe ningún otro derecho, de ningún tipo. Es un matiz lo de Espejel, pero que para mí tiene más importancia que el resto del voto particular y de la sentencia entera, que no deja de constituir una muestra de la jetadura increíble de don Cándido y demás compañeros progresistas. 

El aborto es mucho más que el aborto. Personalmente, prefiero una tiranía que defienda el derecho a la vida desde la concepción a la muerte natural que una democracia donde se aborta. La segunda me parece más hipócrita.

¿Y una democracia que defienda el derecho a la vida? Sí, eso me parece lo mejor, pero veo que hay pocas.