Científicos chinos -cómo no- han creado un robot, una máquina, capaz de gestar niños.

¿Va a permitir Dios que el hombre destruya su obra maestra, el hombre mismo? Yo creo que no. El ciclo de la libertad podría estar tocando a su fin

Hemos pasado del aborto a la homosexualidad, de esta a la transexualidad y ahora queremos sustituir a los úteros de alquiler por robots de alquiler

Y ustedes se preguntarán: ¿para qué? Pues, mismamente para conservar la figura. Es cierto que la relación que se establece entre madre e hijo durante los nueve meses de gestación supone una experiencia única que se prolonga tras el nacimiento. Pero la fuerza motriz del mundo actual parece ser la comodidad disfrazada de progreso.  

Y todo esto nos lleva a lo que Clive Lewis llamó la abolición del hombre. Es cierto que esa abolición comenzó con el relativismo, con el pensamiento, que es donde debería empezar en un ser racional.

Dios no va a permitir que el hombre se convierta en máquina: no le gustan las máquinas

La abolición del hombre se llama trashumanismo. Si lo puede hacer una máquina, ¿para qué necesitamos al hombre? ¿Va a permitir Dios que el hombre destruya su obra maestra, el hombre mismo? Yo creo que no. Ahora bien, el ciclo de la libertad, es decir, la historia humana, podría estar tocando a su fin. Porque la historia es la historia de la libertad y el trashumanismo consiste en la conversión del hombre en máquina, es decir, en un ser tan poderoso como esclavo. Por eso, el transhumanismo me parece un signo de fin de ciclo. Simplemente porque el Creador no permitirá que el hombre sea abolido. No puede abolir su ley sagrada de la libertad humana que rige el mundo, pero sí puede dar carpetazo al mundo. Por eso digo que podría terminarse la era de la libertad, es decir, el fin de la historia. Dios no va a permitir que el hombre se convierta en máquina: no le gustan las máquinas. Chinos: andaos con cuidado.

Por cierto, es la libertad, por tanto la razón, lo que convierte al hombre en un ser excelso. Los animales están por debajo de él porque sólo son seres sintientes, no pensantes. Es decir que ni tan siquiera saben descifrar sus sentimientos. Cuando sufren, sólo sienten dolor; el hombre, además de dolor, siente humillación por el sufrimiento. Nada que ver.