Yo, que doy zurra a políticos en particular y a la clase política en general, esta vez me la tengo que envainar, porque todos los partidos se han puesto de acuerdo para que la asignatura de Filosofía vuelva a los pupitres y a vaciar de serrín la cabeza de muchos jóvenes demasiado adoquinados por las bajas exigencias escolares, por el abuso de ocio ruidoso y el vacío de responsabilidades con la vida, la propia y la ajena; y todo esto en un término bastante estándar.

¿Por qué debe alegrarnos esta noticia? Porque la filosofía es la base de nuestro pensamiento. Porque todas las decisiones que tomamos, muy especialmente en lo referente a la manera de ver y afrontar la vida, es filosofía, y no en balde, a lo largo de la historia ha habido personas que han trabajado duro y en profundidad sobre las preguntas imprescindibles que responden a lo que somos por nosotros mismos, en relación a los demás y la trascendencia de nuestros actos. También a lo largo de la historia muchos se han empeñado en crear movimientos de pensamiento para orientar a la sociedad en una determinada dirección.

De hecho, los movimientos de la era posmoderna que han elogiado a Nietzsche por su visión crítica de la cultura, la religión y la sociedad, alimentando el nihilismo actual, el carpe diem y el relativismo moral, una de las losas más poderosas que ha dejado a muchos sin recursos interiores. Estas son las consecuencias: que ha conseguido depurar las cabezas de unas cuantas generaciones, que sin algo que armara su interior, la vida fluía alrededor de ellos mismos sin ser ni conscientes ni consecuentes de lo que viven.

La filosofía puede hacer mucho daño o mucho bien

La filosofía, como hemos visto con el ejemplo anterior, es un arma de doble filo, porque como afecta a la manera de ver la vida, cómo la percibes y por lo tanto, cómo te relacionas con ella, puede hacer mucho daño o mucho bien. Pero, en cualquier caso, la filosofía, la que sea, te hace preguntas que te obligan a responder, y ese acto de pensar te pone en predisposición para seguir preguntándote más y más. Aquel que busca la verdad, la encuentra sí o sí, porque la verdad no se esconde, lo que pasa que a veces es el árbol que no nos deja ver el bosque y tenemos que distanciarnos un poco para comprender su todo.

La filosofía no solo es una herramienta para pensar o hacer pensar. También es una buena máquina de fitness para la reflexión, elemento imprescindible para madurar y alcanzar cierta responsabilidad en la vida, asumir tus actos y por lo tanto, las consecuencias. Si no llegamos a esa cuota de adulto, seremos unos eternos adolescentes -tengamos los años que tengamos-, que culparemos de todo al mundo que nos rodea como víctimas del sistema, pero seguiremos sin hacer nada para que cambien las circunstancias.

El filósofo en la empresa se ha vuelto una persona tan rara como crucial

En Estados Unidos, y me consta que también en otros países, han incluido en sus plantillas filósofos para resolver problemas que aquellos que están demasiado en el día a día de la gestión son incapaces de ver y, sin eso -sin ver los problemas-, no se pueden resolver, porque no todo se arregla con dinero, tecnología o despidos. El filósofo en la empresa se ha vuelto una persona tan rara como crucial. Tan eficaz en la resolución de relaciones humanas como los ingenieros en sus complicados proyectos. Pero lo primeros tienen que luchar con algo que el ingeniero no: las ideas y las bases de pensamiento que arrastran los demás con sus taras incluidas; sin embargo, el ingeniero no hay duda que no resuelva con una sencilla calculadora de algoritmos...

Los chicos deben conocer la filosofía desde pronto. Deben ser responsables con aquello que llevan de serie dentro de la cabeza y sobre todo, han de saber defenderse de lo que la sociedad les propone desde el entretenimiento, la política y las redes sociales. Han de saber ser críticos, preguntarse a ellos mismos el porqué de las cosas antes de que sucedan, no solo después.

El filósofo asesino de José Ignacio Moreno; El mito del hombre nuevo de Dalmacio Negro; El paraíso en la puerta de Fabrice Hadjadj; Filosofía y sentido común de José Fernando Calderero; El diablo propone un brindis de C. S. Lewis; Lo divino y lo humano en el Universo Stephen Hawking de Francisco José Soler Gil; El mundo como obra de arte. En busca del diseño profundo de la naturaleza de Frank Wilcze.