Lo bonito de los organismos internacionales, sobre todo si pertenecen al engranaje de Naciones Unidas es que nacen pero nunca mueren. Afortunadamente no ocurre así con alguno de sus mentores, no es que les desee la muerte: sólo que se vayan al Cielo.

Por ejemplo, ahora sabemos que el Gobierno de Ceuta, precisamente de Ceuta, en manos del Partido Popular, ha nacido el Comité Español de la Carta de la Tierra. Un Comité oportunamente creado, dado que para ser un buen filántropo, un buen funcionario de la ONU, hay que frecuentar costosísimos viajes pagados y mantener agotadoras reuniones en los lugares más lejanos del universo, hospedados en agobiantes hoteles de lujo. Por ejemplo, el Comité Español de reciente creación llega justo a tiempo de participar en el evento recopilativo (no es coña, lean el comunicado del muy popular Gobierno ceutí), Carta de la Tierra 5 que se celebrará en Ámsterdam, mismamente los próximos días 7 al 9 del presente mes e noviembre. Deberían condecorar, y sin duda alguna Kofi Annan lo hará un día de estos, al inventor de estos 5 y 10. Gracias a ellos, los sufridos salvadores del género humano (casi todos ellos trabajan para Naciones Unidas, créanme) pueden continuar reuniéndose cada lustro. Si formas parte de varios Comités ONU, a lo que hay que añadir sus 5 y 10, puedes vivir entre aviones y hoteles de lujo.

Empecemos por el principio, La carta de la Tierra, es según su principal impulsor, el ruso Mijail Gorvachov, el nuevo Decálogo, que terminará por relevar a los Diez Mandamiento, que están caducos ellos (no sé por qué será, pero los creadores de nuevas religiones siempre pretenden sustituir al Cristianismo, nunca al Islam, o al Hebraísmo, o al hinduismo a .). Nació, en palabras de Naciones Unidas, para ser el paradigma de una nueva ética en un nuevo Mundo. Sus autores se refieren a ella como El Decálogo de la Nueva Era. Además de Gorvachov, el cerebro gris de la Carta de la Tierra, son dos de los funcionarios más famosos, más peligrosos que una piraña en un bidé: Maurice Strong, el hombre del Club Bildergerg, del Foro de Davos, y, cómo no, el ideólogo de Naciones Unidas y del nuevo Gobierno Mundial. Junto a él, la mayor entusiasta del aborto y uno de los peores enemigos de la raza humana: la ex primera ministra noruega y Secretaria General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gro Brundtland. Asimismo, entre los creadores figura un español imprescindible en el Nuevo Orden Mundial, Federico Mayor Zaragoza, y personajes como el ex presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, Steven Rockefeller, otro apellido imprescindible en el Nuevo Orden Mundial, y lo más llamativo : el fundador del Foro de Davos, líder del nuevo capitalismo mundial, Klaus Schwab. Digo llamativo porque la Carta de la Tierra nació del espíritu de la Cumbre de Río, celebrada en 1992, sobre desarrollo sostenible, un lugar de donde surgió, precisamente, la Cumbre de Porto Alegre, presunta antítesis del Foro de Davos. Se supone que Porto Alegre son la izquierda y los desheredados, mientras Davos son los ricachos. Pues ya ven que no : ambos movimientos, progresismo capitalista y progresismo socialista, confluyen en la nueva religión mundial, la Carta de la Tierra. No son más que dos caras de la misma moneda para engañar a los más incautos: el Nuevo Orden Mundial, la colaboración de los ricos privados, generalmente empresarios, y de los ricos públicos, que muy bien pueden ser filántropos al mando de ONG sólo que les sobra la n, por la sencilla razón de todos viven de la subvenciones públicas, de nuestros impuestos.

Respecto al contenido, poco que decir: sincretismos de todas las religiones y desarrollo sostenible. Ecopanteísmo a tope, que no en vano una de las redactoras es la Premio Nobel (¿ven como todo está relacionado?) Wangari Maathai, cuyo mayor empeño consiste en reescribir la Biblia, donde supongo que ha encontrado fallos de estilo o algo así.

Naturalmente, Dios está ausente de la Carta de la Tierra, pero hace una referencia a un aumento sin precedentes de la población humana que ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Pero quizás nada defina mejor el espíritu del Nuevo Decálogo que la frase del secretario general de la ONU en la Conferencia de Beijing 5 (no es coña) celebrada en e el año 2000. Cuando Annan, en uno de sus trances místico-horteras, soltó aquello de que nosotros no somos huéspedes de este planeta, nosotros le pertenecemos. O sea, dios es el planeta Tierra, si ustedes lo entienden.

En paralelo a la Carta de la Tierra tenemos la llamada Asamblea de la religiones, que pretende crear una religión universal, un sincretismo mundial, cuyo promotor y coordinador es, a que no lo adivinan, Hans Küng.

La carta de la Tierra ya ha generado su propia liturgia. No es coña. El incomparable Juan Claudio Sanahuja, autor de El desarrollo sustentable, cuenta cómo la Carta de la Tierra expuesta en Nueva York, en el Centro Interconfesional del Diálogo, también llamado templo del Entendimiento Universal, ha sido colocada la llamada Arca de la Esperanza, remedo del Arca de la Alianza que albergó los mandamientos mosaicos. Y no se crean: y se celebran una especie de misas tontimasónicas, en honor del arca, la Carta de la Tierra, la nueva religión universal, la New Age, y otras mariconadas que permiten, sin ir más lejos, viajar a Ámsterdam, preciosa ciudad.

La Carta de la Tierra ha llegado a España como los subsaharianos, por Ceuta, y, naturalmente, don Federico Mayor Zaragoza y el Partido Popular están en el ajo. Para mí que deberían cerrar la frontera a la Carta de las narices y abrirla a los subsaharianos. Resultan mucho más humanos.

Eulogio López