Sánchez, de manera cobarde y bochornosa ha anunciado que acogerá a 12.000 refugiados ucranianos, cifra patética máxime si la comparamos con la de países como Polonia, que acoge a 1,4 millones de estos refugiados, o Hungría que ya da asilo a 214.000 personas.

Mientras tanto, se calcula que casi dos millares de ucranianos ya están en España, pero la mayoría están alojados en casas de familiares. Es decir, no cuentan con la solidaridad de nuestro Gobierno, sino con la de sus familias y amigos.

Y volvamos a Polonia, donde su presidente, Andrzej Duda, ha autorizado que los ucranianos que lleguen a su país puedan cobijarse en residencias presidenciales oficiales del país. El ministro de Presidencia polaco, Adam Kwiatkowski, ha resaltado que "la primera dama (Agata Kornhauser-Duda) decidió que los refugiados de Ucrania se queden en dos centros presidenciales desde hace días", recoge Europa Press. Además de haber puesto en marcha programas de alojamiento para los llegados a viviendas particulares.

Por supuesto, el Secretario de Estado de Migraciones, Jesús Perea, ha corrido a justificar tal bochorno, aduciendo que "No se trata de traer personas, se trata de darles una vida en España en un tiempo récord". Porque está claro que esto es lo importante para las personas que huyen del horror de una guerra en su país.

Llama la atención el mísero dato, dado que España acoge a más de 800.000 residentes extranjeros provenientes de Marruecos.  

Pues bien, los dos países que han abierto sus fronteras sin límite para acoger a esos refugiados de verdad, son Hungría y Polonia, es decir, ultras, fascistas y, por supuesto, cristianos.