La economía española, pese a ir como un cohete según Moncloa, puede ser víctima paradójicamente de un evento de “cisne negro” en caso de consumarse el bloqueo del estrecho de Ormuz.  

En relaciones internacionales se entiende por cisne negro un escenario extremadadamente impredecible, con consecuencias devastadoras mientras dure y racional a posterior que todo el mundo intuía pero nadie previó su eclosión. España no se caracteriza por cultivar el ánimo de la anticipación y adelantarse precisamente a  las crisis. Como así está ocurriendo en el conflicto en Oriente Medio (OM) con el cruce de bombardeos entre Irán, Israel y EEUU donde ni los políticos ni la prensa españoles se caracterizan por ahondar en analíticos escenarios ni mostrar mucha inquietud fuera de cámara. 

No son pocas las fuentes consultadas que sostienen efectos catastróficos para España si se abre una nueva crisis en Ormuz. Aunque sin ella España debería estar inmersa en la transición energética y financiera,  lo cierto es que sólo la amenaza de cierre puede trastocar todo pronóstico.

En términos logísticos, la disrupción total del suministro de crudo y aumento de los costes de flete con el posible bloqueo del estrecho de Ormuz puede acarrear para España la paralización de  las cadenas de suministros esenciales, provocar un tsunami monetario (inflación extrema, recesión, inestabilidad financiera y  disparo de la deuda) y desencadenar un detonante geopolítico (escalada militar, presión diplomática y redefinición de la seguridad energética) que nos afectaría con más virulencia que al resto de socios comunitarios. 

El niño presumido de la UE pero repudiado en la OTAN -por mentir a la opinión pública sobre el compromiso de aumentar el gasto de Defensa al 5% del PIB hasta el 2029  frente al 2,1% supuestamente pactado según Pedro Sánchez-, se vería obligado a apelar  a la solidaridad atlantista de los aliados para defender el tráfico marítimo de nuestros operadores en esta arteria conflictiva de 55 km de longitud del Golfo Pérsico.

Al impacto del cierre del estrecho de Ormuz hay que añadir los actuales litigios diplomáticos de España (mejor dicho de Sánchez) con Israel, EEUU y ahora con la OTAN  pudiéndonos afectar más que a ningún otro socio europeo,  sufrir el aislamiento ante  una orden de despliegue de efectivos aéreos y navales (tanto en el Golfo  así  como en Gibraltar y en las bases americanas en España) que obligaría a un mayor desembolso presupuestario para garantizar la seguridad marítima y reforzar la seguridad de Ceuta y Melilla. 

Un bloqueo del Estrecho de Ormuz, por donde transita más del 20% del petróleo mundial y el 25% del gas licuado GNL global, provocaría un aumento drástico y rápido en los precios internacionales de estos combustibles. Analistas de Goldman Sachs han proyectado que el precio del Brent podría superar los 110 dólares por barril. Otros más pesimistas como el Asia Institute de Corea del Sur auguran los 200 dólares por barril si el cierre es total. En una reciente entrevista el ministro de Exteriores de Irak, Fuad Hussein, alertó de la barrera de los 300 dólares/barril.

Pese a la gravedad del escenario, el gobierno español sigue a lo suyo (Business as usual) como si la cosa no fuera con ellos. Se estima que España (que depende un 70% del petróleo y gas natural de OM) importaría 5 millones de barriles menos de crudo al mes si el estrecho se cerrara, lo que equivale a unos 412 millones de euros mensuales. 

En el último año hasta marzo de 2025, España compró aproximadamente 16 millones de barriles de petróleo a productores principalmente Arabia Saudí e Irak. Esta dependencia directa del crudo del Golfo - como lo es del diesel y gas rusos- es una nueva vulnerabilidad significativa para España.

Las reservas estratégicas de petróleo de España, gestionadas por la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES), cubren aproximadamente 90 días de consumo (unos 4,5 millones de toneladas de crudo). Sin embargo, un bloqueo prolongado agotará dichas reservas, forzando el racionamiento en el país o la búsqueda de proveedores alternativos como EEUU. que se posicionaría como el gran beneficiario del bloqueo pasando a vender sus reservas a Europa. Y ya conocemos las excelentes relaciones diplomáticas de Sánchez con Trump. 

Es fácil intuir que la inflación en España se dispare hasta casi el 7% como en tiempos de la pandemia por ser una de las economías más inestables de la zona UE basada en el consumo interno, turismo/hostelería estacional y comercio, afectando los costes energéticos  a industrias estratégicas como transporte, petroquímica, automoción así como sobre todo en la cesta de la compra. ¿Qué haría Sánchez en ese escenario a parte de culpar a la oposición y/o a Israel de otra crisis con impacto en lo social? ¿Subir de nuevo los impuestos?

Para la eurozona un informe de Oxford Economics estima que un aumento sostenido del 50% en el precio del petróleo podría añadir entre 1,5 y 2 puntos porcentuales hasta situar la inflación en  el 5%. El BCE  encarecería sin dudarlo  el dinero arruinando la senda bajista de los tipos de interés y la recuperación de muchas familias y micro-pymes españolas.  

Debido a que las cadenas de suministros están conectadas globalmente, España padece la amenaza de  sufrir retrasos masivos, escasez de materias primas y componentes vitales para todos los sectores económicos así como un disparo de las primas de seguros marítimos del 55% según la aseguradora LLoyd´s. Esto elevaría los costes operativos para las empresas españolas importadoras y exportadoras de acuerdo a la plataforma Xeneta por tener que desviar a rutas alternativas, disparando aún más el déficit comercial. 

Los puertos españoles de  Algeciras y Cartagena, que procesan grandes volúmenes de crudo, se enfrentarían a cuellos de botella. Las refinerías, como las operadas por Repsol y CEPSA, estarían obligadas a funcionar a menor capacidad, afectando la producción de combustibles y productos petroquímicos  de los que se nutre el conjunto del aparato económico.

La incertidumbre en los mercados bursátiles como el IBEX afectaría a un retirada de inversores en activos de riesgo, caídas y aumento de la volatilidad así como una mayor crisis en  el mercado de la deuda española con efectos sobre la ya de por sí tasa de paro más elevada de Europa. 

Con tantas flaquezas, más de un analista internacional llega fácilmente a la conclusión, no de que nadie está a salvo de una crisis en OM, sino de que España sigue sin hacer sus deberes desde hace años y sin adelantarse a ningún trance. Somos uno de los pocos países occidentales donde la policrisis se encadena con la siguiente sin darnos tiempo a reponernos y lo que es peor, poner remedio por falta de reformas estructurales aún con mayorías parlamentarias. 

El desempleo, pese al encubrimiento bonito de las estadísticas con los parados fijos discontinuos, no remitirá sino al contrario pondría aún más en evidencia las debilidades de los sectores sobre los que descansa el crecimiento del PIB y del  trabajo temporal. La solución tampoco pasa por crear más empleo público como reza el manual marxista aplicado hasta ahora por Sánchez sin apenas valor añadido en detrimento de industrias de alta tecnología.

Dadas las referencias sospechosas con los fondos europeos Next Generation por valor de 170.000 millones € que además hemos sido incapaces de agotar por llegar a destino a cuentagotas, la Comisión Europea difícilmente atendería un nuevo rescate encubierto (inyección) en forma de un fondo europeo de emergencia energética. 

La permanente inestabilidad política española como consecuencia del acoso por  los casos de corrupción institucional, gubernamental, de partido y parientes del sanchismo tampoco contribuye a que España acometa sus reformas domésticas y se alinee en geopolítica internacional sin las amenazas de sus socios de investidura en determinadas cuestiones como: Marruecos, Argelia, rearme OTAN, Gaza/Israel, Irán, Ucrania/Rusia  etc

Un bloqueo prolongado del estrecho de Ormuz, lejos de una simple fluctuación de los mercados,  puede poner a prueba la resiliencia económica, política y social de España ya de por sí muy debilitada con la coalición socio-comunista de Sánchez en un contexto global altamente volátil. Si ya sufrimos un mega-apagón en tiempos de paz, ¿se puede excluir otro similar agotando las reservas de gas y petróleo, como se pregunta algún think tank ?

El aumento de la inestabilidad española puede llegar a afectar la cohesión dentro de la UE,  desafiar las posibles respuestas comunitarias (acusando al gobierno central en Madrid de ser incapaz de saber paliar sus emergencias ibéricas a pesar de los  fondos europeos como casi siempre se ha argumentado), debilitar la exposición  en el norte de Africa  o retrasar la  transición ecológica para luchar contra el cambio climático . 

Como dijo Donald Trump en la cumbre de la OTAN reciente en La Haya: “España es un problema” porque no atiende el gasto comprometido. Menos mal que no sabe en qué se gastan el dinero de los contribuyentes nacionales y europeos los  defraudadores del partido socialista de Sánchez. Si España no paga, nadie nos garantiza que la OTAN nos proteja de una agresión externa ahora que se cuestiona la aplicación del artículo 5 del Tratado de la Alianza Atlántica. 

Ell desenlace no es pura fantasía: ante tantos cisnes blancos en el lago, el cisne negro español -lejos de toda interpretación literaria- puede que no llegue a  remontar el vuelo por falta de combustible y la amenaza de sufrir una especie de artículo 155 (intervención por parte de las autoridades en Bruselas) ante la negativa de celebrar elecciones anticipadas para despejar la parálisis politica de España por temor a que gobierne la derecha.