Los más cinematográficos dicen que Sánchez se encuentra al borde de un ataque de nervios y que su sonrisa forzada, eléctrica, apenas consigue controlarla
Lo susurran en Moncloa y en voz sólo un poco más alta en el 'desalojado' Ferraz: Pedro Sánchez está paranoico. Otros, más cinematográficos, prefieren decir que se encuentra al borde de un ataque de nervios y que su sonrisa forzada, eléctrica, apenas consigue controlarla. El superviviente ya ha 'supervivido' tres años y medio largos en Moncloa pero el Sanchismo -esto no lo dicen ni en Moncloa ni en Ferraz, lo digo yo- no deja de ser un enorme fraude. En su totalidad manifiesta, y claro, el desgaste está ahí y los enemigos, entre los que se cuentan todos los resentidos contra Sánchez -un verdadero especialista en dejar heridos por el camino- ya no tienen nada que perder. En Moncloa le llaman el síndrome Iván Redondo, ese que se refiere a su ex jefe como "el déspota".
Lo peor de todo es que a Sánchez ya no le queda nada que entregar al Nuevo Orden Mundial, quien, por tanto, le da por descontado. Siempre cabe un poco más de cristofobia pero la sociedad española empieza aburrirse de tamaño absurdo
El asunto es grave, por cuanto todos los presuntos éxitos, ahora el de la Reforma Laboral, ya no se le asignan a Sánchez sino a otros. En el presente caso, a Yolanda Díaz, que no es su amiga sino su adversaria y sin embargo, los fracasos -por ejemplo, el gran fracaso global del crecimiento económico-, se le imputan a Sánchez y no a la vicepresidenta primera, doña Nadia Calviño.
Es lo que tiene haber asumido todo el protagonismo: te llevas las medallas cuando las cosas van bien pero también la tortas cuando las cosas van mal.
Resumamos los temores de Sánchez, que le tienen al borde de la paranoia: la economía española se derrumba. Puede seguir mintiendo al respecto pero en economía es donde los hechos resultan más tercos y el tiempo de las mentiras se acaba.
Otrosí: Sánchez no logra detener el guerracivilismo que él mismo ha propiciado, al tiempo que se acuesta con su enemigo podemita que le ha obligado a poner en marcha unas tendencias y medidas (feministas, LGTB, animalistas, educacionales, reforma laboral) tan absurdas que sólo generarán más enfrentamiento civil, más ruina económica y parálisis social. Tanto es así, que la esperanza popular con el Sanchismo radica en que las medidas de Sánchez no se apliquen jamás.
La tendencia a la paranoia es habitual en todos los inquilinos de La Moncloa pero en Sánchez se está convirtiendo en nota distintiva
Más problema: cuando había conquistado los medios, la oposición, no la oposición política sino la social, se refugia en las redes sociales y muestra a Moncloa que si es cierto que existe un divorcio grave entra la clase política y el pueblo, aún es más grave el divorcio creado entre los grandes medios de comunicación y sus lectores.
Y lo peor de todo: a Sánchez ya no le queda nada que entregar al Nuevo Orden Mundial (NOM), que, por tanto, le da por descontado. Sí, siempre cabe un poco más de cristofobia pero la sociedad española empieza a no responder a esos estímulos porque empieza a sentir cierto hartazgo primario. El odio, en este caso, el anticlericalismo, tiene ese problema: que si se muestra demasiado absurdo acaba por aburrir.
En resumen, la tendencia a la paranoia es habitual en todos los inquilinos de La Moncloa pero en Sánchez se está convirtiendo en nota distintiva.
Y cualquier psicoterapeuta les dirá que eso no es bueno.