Probablemente existen una docena de razones por las que el indecoroso Luis Rubiales hubiera debido dimitir a lo largo de sus cinco años al frente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Pero no por el caso Jenni Hermoso, que resulta poco hermoso y bastante ridículo, sino porque, con la dimisión de Rubiales, el linchamiento ha triunfado y, encima, ha creado un precedente peligroso: como te atrevas a discrepar de lo políticamente correcto, mismamente, de los dogmas feministas, en este caso del feminismo en su nivel más elevado de ridículo, estás muerto, muchacho.

Tras su rendición, de inmediato -¿Cómo se las arreglará esta mujer para tener siempre al lado un altavoz?-, la vicepresidente, Yolanda Díaz, ha asegurado que "el país feminista avanza cada vez más rápido". En efecto, este es el problema: la política española se ha convertido en la destrucción del adversario: aquí no se hacen prisioneros. Lo que resulta escasamente femenino, porque una de las muchas glorias de la feminidad consiste en ganar, a cualquier precio, cierto, pero sin destruir al adversario. La fagocitación del enemigo es algo más propio de la masculinidad, más proclive a la violencia física. He dicho física, a la violencia 'psicológica' es igual o más proclive la mujer.

El feminismo no sólo está provocando agravios comparativos en España sino proscribiendo dos cuestiones muy relevantes: la feminidad y la masculinidad

Sí, es una mala noticia la dimisión del grosero de Luis Rubiales quien, no por ello, dejará de afrontar un juicio por 'agresión sexual' que muy probablemente, dada la enloquecida legislación española en materia de feminismo y de delitos de odio, tendrá condena y probablemente ejemplar, sentencia que servirá como prueba definitiva de culpabilidad, cuando algunos pensamos que supone justamente lo contrario.

El feminismo no sólo está provocando agravios comparativos en España sino proscribiendo dos cuestiones muy relevantes: la feminidad y la masculinidad.

Todos sabemos en qué consiste el respeto debido a una mujer sin falta de que nos lo enseñe Irene Montero, que no se respeta a sí misma

Además, el feminismo está creando una sociedad de mentiras, a costa de exagerar minucias -Rubiales es un grosero indecoroso, no un violador-, exaltar contradicciones -un pico no consentido es gravísimo pero que un niño cambie de sexo es un avance progresista-, hipocresía -la pornografía es un acto de libertad y se prohibe la enseñanza moral de la pureza pero nos rasgamos las vestiduras ante las violaciones perpetradas por menores- y de ningunear principios, pues el feminismo es el gran lanzador del aborto, el crimen más grave de toda la modernidad, que según las mismas feministas que defienden a Jenni constituye un derecho humano.

No es una buena noticia la dimisión del grosero y obsceno Luis Rubiales. Debió dimitir por otras mucha razones y ahora, aguantar ante el linchamiento, finalmente ejecutado.

Resumen: todos sabemos en qué consiste el respeto debido a una mujer sin falta de que nos lo enseñe Irene Montero, que no se respeta a sí misma.