Ocurrió cuando se reunió el Consejo de Seguridad Nacional, tras el apagón del 28 de abril. Presidía SM Felipe VI pero se reunió en Moncloa, cuando debería haberlo hecho en Zarzuela. Un detalle, en más de 36 años de Reinado Juan Carlos I no pisó Moncloa, eran los sucesivos presidentes del gobierno quienes asistían a Zarzuela.

Pero ya el colmo, vean la fotografía oficial, aunque corresponde a cuando ya se había restaurado el orden roto, llegó cuando Felipe VI  finalmente se traslada a Moncloa y comprueba que en la alargada mesa figuran en la presidencia, dos sillas y dos micrófonos. Es decir, que Pedro Sánchez pretendía copresidir el Consejo, de igual a igual, como un segundo monarca.

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Ahí, Felipe VI se negó: recordó que el Consejo de Seguridad lo preside el jefe del Estado, tal y como recuerda su propia página web y se movió una silla y se redirigió el segundo micrófono.

Ante los feos de Sánchez, producto de su inconmensurable vanidad, el Rey siempre ha sido condescendiente. Esta vez, cuando Sánchez, preso de su egolatría, mostró sus intenciones de virrey, el monarca comprobó que había dolo y se negó en redondo. Al final, fue Felipe VI quien presidió la reunión con Sánchez a su derecha.  A partir de ese momento, la ruptura fue oficial y total.

Ahora bien, Felipe VI es un Rey pasivo. Ni por un momento se ha planteado lo que su padre hubiera abordado de inmediato: poner en marcha el relevo del vanidoso presidente del Gobierno. Razones sobran para ello, dado que Sánchez no se comporta como un jefe de Gobierno en una monarquía parlamentaria sino que opera con si se tratara de un régimen presidencialista donde el Rey, al que la Constitución sí otorga poderes que se ha negado a utilizar, fuera un convidado de piedra o una pieza protocolaria en el engranaje institucional.

A estas horas, Juan Carlos I, ya habría conspirado con un Felipe González y un José María Aznar, para romper el PSOE y llevar a cabo una moción de censura contra don Pedro, moción que el pueblo español, harto de tanta mentira y corrupción -aunque la peor corrupción no es la económica sino la ideológica- aceptaría de buen grado.  

Nombrar presidente por una semana a Felipe González para convocar elecciones no sólo serviría para expulsar a Sánchez del poder sino para ganarse el apoyo de la derecha.

Es verdad que Juan Carlos I siempre trató de ganarse el favor del PSOE, porque necesitaba el visto bueno de la izquierda pero también es verdad que es muy consciente de que la pervivencia de la monarquía se gana con el respeto de la derecha. Cuando los Marañón los Ortega y Gasset, etc, perdieron la confianza en los borbones llegó la II República. Ahora mismo, la derecha está harta del Rey. Un golpe de mano dirigido por Felipe VI, de la mano de Felipe Gonzálerz y José María Aznar, y que contaría con el visto bueno de Santiago Abascal, serviría para acabar con el cáncer de la España actual, con el Sanchismo, y, de paso, recuperaría a una izquierda educada, marginaría a neocomunistas y separatistas, y se atraería a una derecha desencantada con la Zarzuela.

Pero todo eso lo habría hecho Juan Carlos I, no Felipe VI que siempre juega a empatar y se conforma con mantener sus prerrogativas. Por ejemplo, para presidir el Consejo de Seguridad Nacional. Eso es algo, pero no es suficiente en una España desnortada.