Me lo cuentan de primera mano personas muy bien informadas del colectivo LGTBI: en pocas semanas, unos 50 agentes del orden, entre policías nacionales y guardias civiles, han acudido a la notaría para certificar que, en realidad, se auto perciben de género fluido. El notario, naturalmente, les expidió el certificado correspondiente, previo pago de su importe.

Para entendernos: las personas de género fluido son aquellas que no se identifican con un único género sino que van fluyendo entre ellos. Ese fluir, además, no tiene límite ni está acotado temporalmente, de tal manera que puede variar muchas veces durante el mismo día.

En el caso de los agentes del orden, la ventaja principal de auto percibirse de género fluido es que pueden, por ejemplo, cachear a las sospechosas sin temor a que les denuncien, a su vez, por malos tratos. Esto que les cuento no es ninguna broma y está sucediendo actualmente en España.

El origen de toda esta locura es una ley muy anterior a la ley trans de Irene Montero. Hablamos de la ‘Ley 3/2016, de 22 de julio, de Protección Integral contra la LGTBifobia y la Discriminación por Razón de Orientación e Identidad Sexual en la Comunidad de Madrid’, aprobada por la Asamblea de Madrid durante el mandato de Cristina Cifuentes que, como recordarán, tenía mayoría absoluta.

Conviene tener claros cuatro conceptos distintos y que, aunque no se lo crean, no tienen nada que ver entre sí: el sexo biológico, el género, el rol y la orientación sexual.

La ley establece que nadie puede cuestionar mi autopercepción, y si lo hace puede ser acusado de delito de odio que, como saben, acarrea penas de cárcel

El sexo biológico lo determinan los genitales que tenemos cada uno al nacer y no creo que sea necesario recordarlos. El género es el que cada uno se auto percibe. Esto es clave, porque la ley establece que nadie puede cuestionar mi autopercepción, y si lo hace puede ser acusado de delito de odio que, como saben, acarrea penas de cárcel. Lo peor de todo es que los delitos de odio invierten la carga de la prueba, es decir, el acusado es culpable hasta que no demuestre lo contrario.

Luego está el rol que desempeña cada uno y que es más importante de lo que parece, porque cualquiera que desempeñe un rol distinto al tradicional pasa a ser miembro del colectivo LGTBI. Por ejemplo: un amo de casa que cocina, plancha y cuida a los niños mientras la madre trabaja fuera del hogar, se sale del rol tradicional del varón, por lo que pasa a formar parte, aunque no lo sepa, del colectivo LGTBI.

Por último, tenemos la orientación sexual, que hacer referencia a las relaciones sexuales. No hace falta que se imaginen nada. Es mejor dejarlo aquí, pero conviene saber que cabe todo, desde aquellos que se relacionan con árboles hasta personas asexuales que no mantienen relaciones con nadie.

Todo esto nace de la mencionada ley de Cristina Cifuentes que han ido replicando el resto de Comunidades Autónomas.

Viendo el panorama, no es extraño que haya policías que acuden al notario para obtener un documento que acredite que se auto perciben de género fluido. En realidad, no tendrían ni que tener un documento, porque ese papel es, por sí mismo, una muestra de discriminación. Esto es una locura.