Es pecado, grave pecado, desear que alguien se muera pero no desear que se vaya al Cielo. Es justo lo que a mí me ocurre con el señor George Soros, que deseo fervientemente que se vaya a un mundo mejor. Si allí le niegan la entrada, lo siento: no asumiré ninguna responsabilidad. Pero lo deseo tanto... 

Nuestro nunca bien loado filántropo multimillonario a costa de especular en bolsa y deuda, ha dado una orden a la Unión Europa (al parecer, tiene mando en plaza): acabar con Hungría, su patria de origen, y con Polonia. No le caen simpáticos. O como el chiste del vasco: no es partidario de polacos y húngaros, tal y como el mosén euskaldún no era partidario del pecado. Ya hemos dicho que el problema es que los gobiernos polacos y húngaros no están dispuestos a aceptar el Nuevo Orden Mundial (NOM), ni sus mantras progres, ni la ideología de género y la histeria climática consiguientes. Pero claro, resulta que la perversión de la Unión Europea ha alcanzando su cima con Von der Leyen -quién la ha visto y quién la ve- a quien Soros parece dictar las normas. Cuidado, porque si Polonia y Hungría caen, no caerán principios, lo que caerá es la coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace y resulta que la coherencia constituye el martirio de nuestra era.

Por supuesto, ni ataques a la independencia judicial ni a la libertad de prensa. El chantaje económico al que doña Úrsula somete a Budapest y Varsovia sólo obedece a una razón: son gobiernos coherentes con sus principios cristianos. Y claro, en 2021, Von der Leyen y su mariachi eurócrata, una UE pervertida, considera que todo lo cristiano es ultra y por eso le atenaza contra los derechos de la Unión Europea.