Una de las leyes de Parkinson -evidencias científicas, todas ellas- aseguraba lo siguiente: “La eficacia de un organismo público es inversamente proporcional al número de funcionarios que trabajan en él”. Y lo demostraba: cuando Inglaterra dominaba medio mundo, el ministerio de las colonias británico ocupaba una segunda planta en un inmueble de Londres. Cuando a Su Majestad sólo le quedaban Hong Kong, Gibraltar y las Malvinas, el Ministerio de las Colonias inglés ocupaba un enorme edificio de muchas alturas y muchos metros cuadrados por planta. 

El ministro de Seguridad e Inclusión ya saben, menesterosos varios, José Luis Escrivá lleva tres años repitiendo que la maquinaria de la Seguridad Social y, en general de su ministerio, funciona a la perfección. Lo cierto es que los retrasos en las tramitaciones son cada día mayores, ya se trate de una pensión o del Ingreso Mínimo Vital (IMV). Es más, a lo largo de la legislatura han sido habituales los rumores y protestas sobre la lentísima tramitación de un Ministerio que, de todos los departamentos gubernamentales, es el que más trabaja de cara al ciudadano.

Ahora bien, si todo funcionaba tan bien, señor Escrivá, ¿por qué ahora, en plenas vísperas electorales, está usted dispuesto a pagar horas extras a los funcionarios que acepten atender a ciudadanos más allá de su contrato laboral?

A más a más: ese Gobierno se ha caracterizado por aumentar el número de funcionarios, en detrimento de la productividad del país. La mitad de los contratos fijos firmados corresponden al sector público, Sin embargo, la losa burocrática creada por el Sanchismo, no sólo nos sale carísima, sino que, encima, no consigue su objetivo de tratar mejor a Juan Español. 

O sea, Parkinson.