Dedicado a la OTAN


Y fueron a Hispania, los reyes convocados
de las tribus que poblaban Occidente,
de los hijos del dios Atlante, descendientes.
Cada uno a su tribu gobierna, con certera mano,
y todos ellos al rey americano, rendían acato.

Y acuden prestos y gozosos a la convocada asamblea,
con sus séquitos y hordas bulliciosas, a los días
del solsticio de verano, en sus naves voladoras.
En fascinante comitiva, el último en aparecer,
recibido por el hispano, el americano de blanca cabellera.

Cerradas fueron las puertas del recinto asambleario,
y con Arbiden a la cabeza, los distintos reyes
en los altos y modernos sitiales, ancestrales,
se fueron acomodando alrededor de la mesa,
prodigio traceado, de cedro, la madera.

Retumbaron las voces de los reyes, y la plática
penetrante de Arbiden, admitiendo quejas
y recomendaciones, trazaba los puntos a seguir.
Atendiendo unos y otros las razones expuestas,
después de arduas discusiones, llegaron al acuerdo.
 
Con solemnidad se acercaron los reyes convocados,
portaba en su mano cada uno, la tésera
de la alianza por sus antepasados rubricada,
lámina, que consagraba la creación de la Atlántida
Organización, que con el rey de reyes, todos gobernaban.
 
Láminas de bronce distintas unas de las otras,
que ostentaban variadas formas zoomorfas:
lobos, halcones o grullas, que en Ara depositaron.
Más una propiedad singular aquella ceremonia tenía
que sancionaba el acuerdo, que sagrado sería.
 
Cuando el anfitrión, Pedroantonio, ensambló la suya
que con el resto un puzle terminado formaba,
se vio, que nada nuevo bajo el sol sucedería.
La final composición, mostró una insólita tésera,
ésta representaba, de un toro, su piel extendida.