Sr. Director:

Dios al irrumpir en la vida tranquila y apacible de Miriam de Nazaret, joven prometida a José, introduce una sombra de inquietud, que cuestiona el futuro de la joven nazarena. Ella que parece ser una de las tantas mujeres judías de Galilea, preocupadas de los aspectos más comunes y ordinarios, básicamente domésticos y familiares con vistas al matrimonio y a la maternidad, ideal de toda mujer judía, para las cuales, la esterilidad y la imposibilidad de tener hijos, eran un humillación y un oprobio público. Ella sólo es una joven obediente a la ley en una sociedad preminentemente masculina, porque para un judío nacer mujer era casi, como ser pagano, otro oprobio más. Sin embargo, a raíz del misterio de la Anunciación y Encarnación del Verbo, debe asumir una elección divina, que supone para ella una adhesión total, y un espíritu de responsabilidad. En una vida como la de ella, que transcurría sin historia y sin relieve y con una promesa de un embarazo virginal fuera de lo común, cuando un mensajero no carnal, sino divino el Arcángel Gabriel le anuncia:” tendrás un Hijo, le pondrás por nombre Jesús, será grande y será llamado Hijos del Altísimo”.  A ella la grandeza de este reto y desafío no la desborda. La joven judía Miriam se va a comportar a la altura de la propuesta. En toda la gran tradición judía nunca se ha dado ningún acontecimiento parecido, ninguna mujer puede asumir una perspectiva como la de María. Abundan ejemplos de grandes mujeres fuertes: heroínas, profetisas, reinas. María nada de eso es, sino mucho más. El carácter excepcional de su misión no tiene que demostrar actitudes heroicas.

Toda la esperanza humana que María representa se puede resumir en la frase de Mensajero Gabriel:” No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios”. El Pueblo judío bajo el imperio romano, sólo tenía una aspiración, la llegada del Mesías poderoso, que los libere definitivamente del yugo opresor de las legiones romanas. En cambio, sólo se contempla en María una mujer desprovista de poder. Además, la promesa a María tiene un alcance universal, no es ni racista ni étnica. Una época nueva  va empezar. La Historia de la humanidad se dividirá en un antes y un después de Cristo. El Dios eterno de los ejércitos que elimina a los enemigos del pueblo elegido y castiga a los hijos desobedientes de Israel ha cambiado de plano. Se hace hombre en Jesucristo hijo de María, y se comunica a las personas aparentemente menos preparadas para llevar a término el misterio absoluto e impensable de la Encarnación en las entrañas virginales de la Hija de Sion: Miriam de Nazaret, la que en su canto Magníficat afirma: todas las naciones la llamarán bienaventurada porque el Todopoderoso la ha elegido para realizar el plan de Salvación. Eso es Navidad.