¿Es grave lo que ha hecho el fiscal general del Estado, que puede ser condenado a penas de prisión de muchos años? No, presuntamente, siempre presuntamente, se fue de la lengua y retorció la negociación con el abogado del novio de Ayuso para escenificar que el susodicho novio había reconocido un fraude fiscal y, presuntamente, lo filtró a la SER, cadena amiga.
De ahí surgió el repetido -porque los sanchistas se repiten más que el tocino, recuerden el Argumentario monclovita- que el "delincuente confeso”… y claro, hasta el juez tuvo que advertirles que si no había sido juzgado no podía ser delincuente, lo que fue inmediatamente arreglado por Félix Bolaños, que por algo es ministro de Justicia, como “presunto delincuente confeso”: ¡Y el que quiera aprender que vaya a Salamanca!
En otras palabras, Álvaro García Ortiz quiso favorecer a su jefe, Pedro Sánchez, emplumando al novio de quien pasa por ser su peor enemigo político, Isabel Díaz Ayuso.
Ahora bien: por muy mal que me caiga el señor Ortiz, eso no es para pena de prisión. Sí, el fiscal general del Estado es culpable -presuntísimo culpable- de haber dado a la luz datos privados de un ciudadano, datos conseguidos en el ejercicio de su cargo, pero eso no es para que te caigan 10 años en el trullo.
Eso sí, su actitud revela la mala intención de la ilustra autoridad: utilizar su poder para fastidiar a un ciudadano que es el novio de su oponente político. Yo no le compraría un coche usado.
No obstante, el guerraciviilismo ha llegado a tal punto en España que yo ya no confio en la rectitud de intención ni de acusadores ni de acusados. Y claro, asi es como la convivencia se vuelve imposible.










