14 de julio, Fiesta Nacional francesa. El diagnóstico más ponderado de la situación actual de nuestros primos franceses me lo resumía una religiosa gala, residente en España, de la siguiente guisa: "Un cura por cada 70 campanarios"

La católica Francia que, desde el cielo, igual que España, se distingue por sus campanarios se ha convertido, igual que España, en una iglesia de piedras. Menos vocaciones, menos liturgia, menos sacramentos, incluso que en España, que ya es decir, y, por supuesto... un cura por cada 70 campanarios. Algunos, no es que no quieran practicar la fe cristiana, es que casi no pueden aunque quieran.

Eso sí, el 50% de los franceses se sigue calificando como católico. 

A cambio, la Francia de Emmanuel 'Lolito' Macron mantiene su laicismo rabioso, su rabiosa cristofobia legal y, encima, su respeto a todas las religiones, con especial reverencia al islam más radical y asesino... con la única excepción del respeto debido, e inexistente, a la Iglesia de Roma.

Laicismo rabioso, con un Macron que, como Napoleón, pretende convertir el Elíseo en el Vaticano, como buen regalista que es, a quien le encanta decidir qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Para él no existe otro credo que el poder... y el poder "c'est moi". Aún no se ha coronado Papa pero resulta lo suficientemente vanidoso para hacerlo, si fuera menester.

El gran logro 'político' de Emmanuel, ha sido convertir el aborto en un derecho constitucional y el segundo gran logro ha consistido en expulsar de la política francesa todo lo que huela a cristiano.

A nuestro pequeño Napoleón le puede suceder lo mismo que a Napoleón, cuando le espetó a su prisionero, el secretario del Estado vaticano, Ercole Consalvi:

-Voy a destruir la Iglesia.

A lo que el número dos de Pío VII le respondió.

-Imposible Excelencia, ni nosotros mismos lo hemos conseguido.

¿Te enteras, Lolito? 

¡Feliz Fiesta Nacional francesa!