Gabriele Amorth fue el gran exorcista de Roma, un tipo con extraordinario sentido del humor, lo que demuestra su salud mental. Por ejemplo, afirmaba que lograba expulsar a los demonios porque era tan feo que asustaba al mismísimo Satanás. Lean el cártel, que lo dice todo. 

En cualquier caso, esto es lo malo de la noche del 31 de diciembre: que se plantea como un fiesta infantil por tanto, buena de suyo. Y si hay niños, el problema no está en ellos, claro está, sino en lo que les puede ocurrir a ellos. El niño siempre es víctima, jamás verdugo.

Cuando alguien como Amorth, especialista en, por ejemplo, separar lo que son afecciones mentales de lo que es un ataque diabólico, nos advierte contra Halloween… conviene hacerle caso. De inocente, nada de nada.  Lo mejor: absténgase de la peligrosa horterada de Halloween y recupere la fiesta de Todos los Santos y de nuestros Fieles Difuntos, que ésas sí que tienen sentido. En ellas ponemos en fuga a los espíritus malignos