Bill y Melinda Gates
El diario Expansión ha hecho una buena recopilación sobre a qué se dedican lo que les sobra los nuevos multimillonarios. Adelantamos la conclusión: dedican lo que les sobra a educación y sanidad. Traducido: se dedican a evitar que nazcan niños –y a eso le llaman aportación a la salud. También a financiar la educación de los niños en el laicismo más puro, oh sí.
Respecto a lo primero, con las correspondientes excepciones, por supuesto, pero siempre conllevan una política contraceptiva. Es decir, abortiva, porque hoy anticoncepción y aborto son lo mismo. Es decir, solo hay aborto quirúrgico o aborto químico… y ambos son aborto.
En salud, sobre todo métodos anticonceptivos. En educación, laicismo
Es curioso, por ejemplo, el caso del hombre más rico del mundo, Bill Gates y su esposa, Melinda Gates. Ellos siguen negando que apoyen el aborto, pero Melinda fue la que se rebotó contra el Papa Juan Pablo II y su sucesor, Benedicto XVI, por recordarle, ambos, que el primer derecho es el derecho a la vida, y más tarde exigió al Papa Francisco que cambiara a la Humanae Vitae, hasta que él dejó claro que el aborto supone el “descarte” de un ser humano y que a Bergoglio no le gustan los descartes.
Y con espíritu filántropo: ofrezco lo sobrante, que no lo necesario
El recorrido de Expansión nos lleva a los siguientes filántropos más bien podridos de dinero: Mark Zuckerberg (Facebook), Paul Allen (el socio de Gates), Warren Buffett (inversión en empresas), Jeff Bezos (Amazon), Jack Ma (Alibaba), Michael Dell (Dell), etc. Todos ellos, políticamente correctos, al ritmo del signo de los tiempos, que es la mejor manera de caer en anacronismos y, sobre todo, en reducir el tamaño de la raza humana, especialmente los pobres, que no hacen más que parir.
Esto es: toda la filantropía es a mayor gloria del Nuevo Orden Mundial (NOM) y con espíritu filántropo: “a beneficio de los huérfanos, los huérfanos, y de los pobres de la capital”. Y eso sí, echando en el cepillo lo sobrante, que no lo necesario.
¡Dios nos libre de los filántropos!, clama Chesterton. Pues eso: que el Padre Eterno nos libre de los nuevos filántropos.