La gran aventura del Reino de Asturias
Ha tenido que ser un valenciano, José Javier Esparza, quien enseñara la historia de Asturias a un ovetense como yo. Ya hablé de él con motivo de su obra más reciente, dedicada a la colonización española de América: la Cruzada del Océano.
Pues bien, no había leído una obra anterior del mismo autor, La gran aventura del Reino de Asturias. Se trata de los 200 primeros años del Reino, desde Covadonga hasta el traslado de la capitalidad desde Oviedo a León. ¡Formidable!
Y el secreto de ambos libros y de ambos procesos, Reconquista y Colonización de América (el 1 acaba en 1492, el otro empieza 1492) es el mismo: sus protagonistas sabían lo que hacían. Pregunta: ¿cómo es posible que "asnos salvajes", como recuerda Esparza que los moros del Califato calificaban a los chicos de don Pelayo, tuvieran claro desde un comienzo que querían hispanizar España y devolverla a la fe católica? ¡Cuatro astures en unas peñas frente al Califato de Damasco, luego Califato de Córdoba!
Y lo mismo en América: ¡Cuatro chalados llegados en carabelas conquistando un continente poblado por millones de personas y dirigidos por al menos tres imperios temibles!
Pues sí, los asnos salvajes de Covadonga y los chiflados de Pizarro, Cortés y cía tenían algo en común: creían en algo. En primer lugar creían en Cristo y, en segundo lugar, creían que su sentido de la vida respetaba la libertad de las personas (eso que ahora llaman dignidad) mejor que cualquier otro. Esa convicción les llevaría a las victorias que parecían imposibles, costó mucho, pero eran hombres en definitiva que creían en algo. O sea, no como los españoles de hoy, no como Mariano Rajoy.
Lo bueno de Esparza es que es un ameno periodista y no un tostón de historiador.
España pagó casi toda su Edad Media, tras el fructífero reino hispanogodo, en lucha por su independencia frente a la molicie islámica. Ya desde las peñas de Cangas de Onís comenzó a surgir la idea de recrear el nuevo Reino visigótico, cristianizado y cristiano, -sin la fe no se entiende la reconquista- para expulsar al invasor, al moro.
Por cierto, Esparza sabe resumir mejor que los historiadores. Por eso da con la clave social y económica -por tanto, política- de la reconquista: la pequeña propiedad privada. Frente a la servidumbre romana islámica, la reconquista fue hecha con colonos libres, propietarios de sus tierras, de su ganado y con caballos y armas para defender su propiedad frente a los ataques del enemigo. De hecho, los señores feudales, una degeneración de la propiedad privada, nacieron como mancomunidad de hombres libres que se unían en el momento de luchar bajo la guía de un capitán experimentado o del propio rey. Pero no eran siervos de nadie. La propiedad privada para sostener a su familia les otorgaba esa libertad.
Hay que leer La gran aventura del Reino de Asturias… y no los libros estúpidos de historiadores acomplejados que se venden, por ejemplo, en el Santuario de Covadonga.
Eulogio López