• ¡Qué peligro! Monzón se nos vuelve serio: todo sea por la muerte dulce de la niña Andrea.
  • Con la eutanasia, Javier Sádaba, ha demostrado las muy solemnes chorradas que puede decir un intelectual jubilado… de la funesta manía de pensar.
  • Y con el Gran Wyoming se muestra la inigualable hipocresía de los cristófobos.
  • La eutanasia o muerte dulce tiene esta dulzura: obligar a los médicos a que hagan de verdugos.
  • Holanda, el ejemplo a seguir por los eutanásicos, es el maravilloso país donde una de cada cuatro muertes es un homicidio por eutanasia.
  • Y es para todo esto para lo que los papás de Andrea, que es la que va a morir de hambre y de sed, piden "respeto".
Soporto al Gran Woming cuando practica su especialidad: ridiculizar al prójimo. Lo soporto mal porque sus diatribas principales van dirigidas contra la Iglesia, a la que no puede dejar de odiar. Él se queja de que su progenitor era un fundamentalista católico y ha decidido vengarse de ellos durante toda la vida. Hasta ahí bien, pero cuando se mete a intelectual lo llevo peor: la hipocresía se derrama ya por encima de la mesa. El lunes se llevó a Javier Sádaba, lo que demuestra la cantidad de chorradas que puede decir un intelectual de los que hace muchas lunas dejaron atrás el funesto hábito de pensar. Al parecer, incluso antes de la jubilación. Mientras Wyoming, José Miguel Monzón para los amigos, asentía cariacontecido. Se ve que lo de Andrea lo siente muy adentro. Sádaba nos habló de superar 'prejuicios religiosos' -Javier, príncipe, un poquito más de originalidad- porque ya se sabe que los cristianos son imposibles. También nos dijo que el primer mandamiento ético es evitar el dolor. Eso que se lo digan a quien le detectan un cáncer y tiene que someterse a un doloroso, prolongado e incierto tratamiento de quimio o radioterapia. Como decía Chesterton, el mundo moderno no sufre una crisis moral, más bien sufre una crisis mental y se encamina directamente al manicomio. Mientras, Monzón insistía en el "necesario debate" (¡será cursi!), a pesar que él y su compañera, otra intelectual, rendían pleitesía al gran experto y ratificaban sus profundas aseveraciones. ¿Dónde está el debate? Eso es un monólogo a tres bandas donde Sádaba intentaba demostrar que la vida y la muerte están en la vida pero que la muerte no es el enemigo sino el dolor y que entonces hay que evitar el dolor pero no la muerte… Profundo, muy profundo. Como le presentó el Wyoming, "un experto". En la misma línea el ministro de Sanidad del PP, Alfonso Alonso ha lanzado un mensaje "no sólo de comprensión sino de profundo afecto" hacia los papaítos de Andrea, que, te pongan como te pongas, han sido los que han decidido que los médicos maten a su hija. Ya saben, la eutanasia o muerte dulce tiene esta dulzura: obligar a los médicos a que hagan de verdugos. Y es para esto para lo que los papás de Andrea piden "respeto". Al final, lo que tenemos es la introducción por la vía de los hechos, que acabará siendo legal, de la eutanasia. Sádaba ponía como ejemplo a Holanda, un país donde muchos viejos se empadronan en las poblaciones fronterizas de la vecina Alemania para que no les maten por decisión de sus familiares -que no quieren verles sufrir- o del personal sanitario -al que le molesta ver sufrir-. No es coña, en Holanda una de cada cuatro muertes es por eutanasia, es decir, por homicidio practicado por otros, lo que convierte a la sociedad en pleno en conniventes, en cómplices. Menuda porquería de país. Sádaba mentía, y Wyoming asistía, al escuchar que en Holanda lo tienen todo bien controlado. Por favor, no se pierdan la entrevista publicada por Religión en Libertad con uno de los personajes, hoy arrepentido de su barbaridad, que colaboró a introducir la eutanasia en Holanda. Ya saben, los del debate. Y es para esto para lo que los papás de Andrea, que es la que va a morir de hambre y de sed, piden "respeto". Sí, de hambre y de sed, aunque intentarán que su tránsito, como asegura el hortera del ministro Alonso, sea en inconsciencia. Esto de confundir la inconsciencia con la dulzura es algo que nunca comprenderé. Por cierto, ¿quién ha dicho que la enfermedad de Andrea era incurable? No existen las enfermedades incurables. Eulogio López eulogio@hispanidad.com