• Scott Hahn es uno de esos tipos capaz de desmitificar y provocar más miedo del que causan los mitos.
  • Cuando estamos enganchados el bien se presenta como el mal que nos impide nuestro anhelo. A partir de ahí…
  • ¿Cabe que toda una sociedad haya entrado en este inmueble siniestro? Prefiero no pensarlo.
¡Ay de aquellos que llaman mal al bien y bien al mal! (Is 5-20). Conste que no son mías, sino del amigo Isaías, de profesión sus profecías. Es, otra vez, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Un fulano más joven que Isaías, Scott Hahn, quien tuvo la feliz idea de convertirse al catolicismo, lo explica así en una obra llamada La Cena del Cordero, que conviene releer de vez en cuando. Asegura el converso Hahn que "una vez que estamos enganchados al pecado nuestros valores se vuelven del revés. El mal se convierte en nuestro bien más urgente, en nuestro más ferviente anhelo. El bien se presenta como un mal, porque amenaza con apartarnos de satisfacer nuestros deseos ilícitos. Llegados a este punto el arrepentimiento llega a ser casi imposible". Parece estar contando la vida de cada uno de nosotros, ¿verdad? ¡Cuán desagradable resulta! Por cierto, es por esto por lo que siempre he mostrado un cierto escepticismo sobre la educación como remedio para todos los males. Y es que ninguna educación tiene validez cuando ya hemos entrado en el siniestro inmueble de la blasfemia contra el Espíritu Santo, el pecado que no se personará ni en este mundo ni en el venidero… dado que vivimos en una inversión de valores y los argumentos se entienden como injurias, porque se vivencian dirigidos, no contra nuestro actuar sino contra nosotros mismos. ¿Cabe que toda una sociedad, por ejemplo ésta, y no sólo un individuo, haya entrado en tan siniestro inmueble, en la blasfemia contra el Espíritu Santo? ¡Y yo que sé! Pero cuidado con los que llaman mal al bien y bien al mal. Contra eso, de poco sirve toda la sabiduría. Eulogio López eulogio@hispanidad.com