• Henchid la tierra y sometedla: el peligro es personificar al planeta y cosificar al hombre.
  • La naturaleza no es nuestra madre. Es cruel. El hombre lleva milenios luchando contra ella.
  • El panteísmo iguala al hombre espiritual con la naturaleza material.
  • Los cristianos estamos aceptando las apocalípticas tesis ecologistas como dogmas de fe.
  • Y los ecologistas han impuesto sus opiniones y sensaciones como postulados científicos.
  • Lo mejor de la encíclica papal es la identificación del problema medioambiental con la riqueza y no con la pobreza.
Lo mejor: leerse la encíclica entera de Alabado seas mi Señor. Acuda usted a las fuentes originales, buen hombre. Es la mejor manera de evitar manipulaciones interesadas o sencillamente ignorantes, porque la mayor parte de las manipulaciones en las informaciones sobre la Iglesia no se hacen adrede, se hacen porque el cristianismo es como el fútbol en España: todo el mundo es un experto. Por eso se dice que cada español lleva dentro dos cosas: un obispo y un seleccionador nacional de fútbol. Por ejemplo, estoy seguro que don Lorenzo Milá, corresponsal de RTVE en Roma, no actúa con intención manipuladora. Sencillamente, el pobre hombre no se entera de nada de lo que ha dicho Francisco. Y no resultaría peligroso de no ser por su convencimiento de que lo ha comprendido todo. Por eso, ha dicho que la encíclica integra "las virtudes cristianas de paz y justicia dentro de la defensa del medio ambiente". ¡Qué grandísimo teólogo ha perdido el Vaticano! Comprenden, la justicia y la paz -de Cristo ni hablemos, porque para el pastor Milá el cristianismo es un qué, no un quién- son apreciables instrumentos para defender el planeta. Pues eso, que acudan al texto original, porfa. Lo mejor: cuando el Papa identifica a los poderes políticos y económicos, así como a los mercados financieros, con su derroche de vida, como los responsables primeros de la contaminación del planeta. Ciertamente así es. El error viene a continuación: la doctrina social de la Iglesia se ha dirigido a que esos poderes, esa riqueza, ayude a sacar a los pobres de la pobreza. La relación es hombre-hombre. Ahora no, ahora parece que los ricos tienen que ayudar a salvar el planeta y sólo con ello ya se conseguirá que los miserables abandonen la miseria. Para entendernos, la madre tierra es tan hermosa como cruel con el hombre. No arropa a la humanidad. Por el contrario, es la humanidad la que se ve obligada a luchar contra la naturaleza para extraer de ella toda su potencia, que es cuasi infinita. Pero a la tierra, al planeta, a la puñetera diosa Gaia, hay que arrebatarle sus tesoros por la fuerza, con el sudor de tu frente, no los otorga de grado. No idealicemos al medio ambiente porque suele comportarse como un cabrito de mucho cuidado. Introduzcamos esta idea fuerza en el resto del texto. La tierra es la casa común, dice el Papa Francisco. Y también dice que "hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores". Es cierto, pero sólo porque el propio Génesis nos animó a ello: "henchid la tierra y sometedla". Claro que no podemos explotar la casa común, pero no por consideración a la tierra, como los panteístas, sino a lo cristiano: porque es nuestro deber conservarla para que pueda ser explotada por otras generaciones de seres humanos. Esta es la diferencia entre ecologistas y cristianos, realidades cada vez más incompatibles. La encíclica alaba a quienes luchan por preservar la precitada Casa Común para evitar el cambio climático y erradicar la pobreza del mundo. ¿Seguro que se puede hacer eso? Ejemplo: la agricultura intensiva en Occidente ha multiplicado el número de alimentos para poder saciar a decenas de humanidades, mientras con la llamada agricultura ecológica nos moriríamos de hambre. Cosa distinta es que, tras conseguir esa sobreproducción de alimentos, Occidente se empeñe en mantener altos los precios y subvenciones a sus agricultores, con lo que consigue destrozar a los agricultores del Tercer Mundo. Volvemos a lo de siempre: la maldad no está en los sistemas sino en las personas. Lo malo no es la agricultura intensiva de Occidente sino el egoísmo de los occidentales. Austeridad, generosidad, conversión: propuestas maravillosas pero no veo que tienen que ver con el panteísmo ecologista. El panteísmo iguala al hombre espiritual con la riqueza material, cuando lo segundo debe estar al servicio de lo primero, el planeta al servicio del hombre, no al revés. Por cierto, al aceptar las apocalípticas tesis ecologistas como científicas, ¿no estamos prescindiendo de la Providencia? Científicamente, la encíclica da por hecho cuestiones en discusión, pero que los ecologistas han impuesto como postulados científicos indiscutibles: cambio climático, el hombre como culpable del calentamiento global y, lo que es peor: la convicción de que todo lo que ocurre en el planeta es malo y va a peor. ¿Cuál es el problema?: que los verdes lo retuercen para personificar la tierra y cosificar al hombre. Al parecer, la variable que todos podemos utilizar es el hombre, no el planeta. Pero lo más preocupante de todo es el papel, más bien reducido que la encíclica otorga a la Providencia en el año de la Misericordia. Se reconocen como definitivos los presupuestos ecologistas, a los que se otorga la condición de científicos. Sin embargo, al mismo tiempo, todo el calentamiento global o el cambio climático puede variar por el efecto inesperado, y no humano, de la vulcanología, de un meteorito juguetón o de un tsunami, fenómenos que en tal caso serían causas y no consecuencias del cambio climático y de la degradación o regeneración, vaya usted a saber, medioambiental. En otras palabras, ¿no estamos dejando a un lado a la Providencia, precisamente en el año de la misericordia, una Providencia que puede convertir el calentamiento global en la salvación del género humano si así le viene en gana? Eulogio López eulogio@hispanidad.com