Sr. Director:

Atendiendo a lo que nos marcan quienes organizan las campañas mediáticas en España, ahora tocan los abusos sexuales a menores causados por la clerecía de la Iglesia Católica. 

Pero según las conclusiones de los expertos en estos graves asuntos, estos abusos representan un 0,2 % de los totales padecidos por los menores. Les preceden los causados por padres, familiares, amigos, etc., así como los habidos en tantas instituciones donde existe similar denominador común de trato con menores; pues allí donde hay menores puede haber abusadores. 

Y esto no impide asumir la responsabilidad en la torpeza de actuación -tan habitual en todas partes- de ocultar los abusos y proteger al abusador, antes que denunciarlos. Como también reconocer que tales abusos (recordemos: un 0,2% de los totales), alcanzan mayor gravedad y rechazo cuando han tenido lugar en el seno de la Iglesia, por lo que ésta representa. 

Pero no nos engañemos, lo que en realidad se persigue con la actual campaña es un nuevo ataque contra la Iglesia y, por ende, contra la educación católica y contra los sacerdotes: unos hombres imprescindibles que en su inmensa mayoría poseen un nivel humano y espiritual de superior categoría en entrega y servicio a los demás, y a los que no podemos criminalizar injustamente por lo que hicieran una ínfima parte de ellos.